miércoles, 27 de octubre de 2010

Monserrat Cultural Nº 36

Imagen de Tapa: “Belldandy” de Eric Cañete.

Editorial

“Todo vuelve, señora”. Eso fue lo que le dije, aunque se merecía un insulto. Subí al subte junto con mi mujer y mi bebé, y en el asiento que está reservado praa embarazadas y personas con niños había una señora rubia, muy bien vestida, atenta a su celular. Era la viva imagen de lo que en las publicidades y los medios dirían “una persona educada”. Pero al ver que venía una mujer con su bebé en brazos lo único que hizo fue agachar la cabeza y hacerse la boluda. Entonces le toqué el hombro para reclamarle que cediera su asiento, y ella, “educadamente” me dijo “¿por qué no se lo pedís a alguien más joven?”. Mi mezcla de bronca y vergüenza ajena me dejó sin palabras. Otra persona del asiento de enfrente hizo lo que correspondía.
Siempre me pregunto por qué hay gente que prefiere ser miserable a bondadosa, y esta señora me dió la respuesta: porque sólo les importa su bienestar, y el resto que se joda. Y esta es la gente que hace mal, que con su egoísmo y sus rencores van quedándose solos y desparraman su miseria por donde van. Uno puede engancharse con esa energía, o dejar que pase. Yo elegí dejarla pasar, porque detrás de su disfraz de persona educada, esa señora ya tiene suficiente castigo con su pésima forma de existir. Porque todo vuelve: si uno hace bien, vuelven cosas buenas, y si hace mal, vuelven cosas aún peores. Todo depende de la actitud que tengamos frente a la vida.

Casi todas las cosas buenas que suceden en el mundo nacen de una actitud de aprecio por lo demás.
Dalai Lama

Lo que ahoga a alguien no es caerse al río, sino mantenerse sumergido en él.
Paulo Coelho

El editor

Cosas de Dragones

Rompecabezas de Dragón

Un dragón ama los rompecabezas. Inventa los más difíciles y después trata de armarlos. Durante muchísimo tiempo va poniendo cuidadosamente las piezas en su lugar. Pero nuca lo consigue.
Armar un rompecabezas significa terminar con el encanto del juego. Entonces lo mejor es equivocarse, poner una pieza donde no corresponde y seguir jugando, seguro de no ganar.
Por eso un dragón está siempre contento cuando trata de armar un rompecabezas.






El día del Dragón

El viento comenzó a soplar de una manera perfecta.
-¡Arriba, solo! -dijo del dragón, y el sol se asomó en la lejanía.
-¡Pájaros! -dijo el dragón.
Y los pájaros volaron de rama en rama y sus silbos cubrieron los árboles de alegría.
-¡Jaguar! -dijo el dragón, y un rugido profundo brotó de la espesura.
-¡Lus, más luz!
Y el sol se levantó por encima de los árboles llenando el mundo de colores.
-¡Águilas, halcones! -dijo el dragón-, y el cielo se pobló de grandes círculos que planeaban haciendo dibujos entre las nubes.
-¡Son hermosos! -dijo el jaguar acercándose-. Lo único que envidio en el mundo es la forma de volar de un águila o de un halcón. No entiendo por qué los jaguares no podemos volar. Creo que es injusto.
-Tal vez -dijo el dragón-, pero tal vez no.
-Puede ser -dijo el jaguar-, pero sería hermoso.
-Tenés demasiadas cosas, jaguar, para andar protestando.
-Sí, pero nada me impide soñar. Y cuando sueño, sueño que vuelo como un águila. Todos los jaguares soñamos lo mismo. Es hermoso soñar.
-Bueno, voy a hacer algo que te gusta. ¡Viento! -dijo del dragón.
Y el viento aumentó su fuerza agitando las ramas de los árboles y haciendo ondular las aguas del río.
El jaguar comenzó a correr. Corrió en contra del viento deslizándose con pasos imposibles que apenas tocaban la tierra, sintiendo la fuerza del aire que era como una enorme pelea que debía vencer en cada salto.
Corrió hasta perderse a lo lejos.
-¡Lobos, unicornios, sirenas! -siguió el dragón.
Y lobos, unicornios y sirenas llenaron  la selva de rumores.
-¡Hormigas, mariposas, langostas, chicharras, ratones! -dijo el dragón-. Es injusto dejar para el final a los más chicos. Juro que desde mañana haré las cosas al revés.
Y llenó los ríos y los mares de peces. Y los árboles, de frutos y flores. Y nombró todo lo que faltaba nombrar. Después suavizó los vientos. Entonces descansó. Fue una hermosa mañana.

Del libro “Dragón”, de Gustavo Roldán.

Microrelatos

Lista negra
Por: Liliana Bodoc


Tan temprano para amanecer, ¿o seremos nosotros, apurados por ir a la panadería? El panadero debe estar cantando, dicen que canta antes de amasar... No importa, lo esperamos. Y mientras tanto, con este lápiz chiquito como vos, vamos a hacer la lista de las compras. Vení, sentáte cerca. Así, mientras escribo, te beso la cabeza. Ante todo otro lápiz habría que comprar porque a este apenas si lo agarro. No te duermas de nuevo y ayudáme. Es una lista larga...
Vamos a ver... Naranjas, no es el tiempo. Zapallo..., no se puede. Porque últimamente los zapallos tomaron la costumbre de abrir los ojos justo cuando una va a clavar el cuchillo, y da lástima. Está el tren de juguete, ese de la vidriera donde siempre pasamos. Pero mejor que no, porque sos muy chiquito. Te subís a un vagón y yo tengo que descoser las vías para que el tren se pare.
Tan pronto es mediodía. ¿O seremos nosotros...?
El panadero debe estar juntando miga con miga en la yema del dedo. No importa, lo esperamos.
Tomates, no es el tiempo. Azúcar, no es el tiempo. ¡Pan con manteca...! Pero te ensuciás. Pan, nomás, sin manteca.
Se fue la luz ¿Tanto apuro para atardecer?
El panadero debe estar soñando una bolsa de harina rubia y de ojos celestes. Mirá, ni empecé y el lápiz ya se muere de cansancio. Mejor vamos mañana a comprar pan.
¿Por qué llorás ahora?, si mañana compramos. ¿Sabés que pasa? Yo me equivoqué. ¿Cómo vamos a empezar por comprar pan? Antes tenemos que comprar un peso.
Es muy fácil, mañana bien temprano compramos un peso para comprar pan. ¿Sabés quién me lo dijo? El ruido de tu panza. Que descanses.

El origen de las especias
Esteban Lijalad


En 1423 el naturalista friso Bartlomew Kreins demostró que la única posibilidad de explicar semejanzas y diferencias entre el clavo de olor y la canela era considerando a ambas como subespecias de una especia originaria, de la cual provienen todas las demás.
Esta especia originaria debería tener en potencia todas las características que las especias hijas desarrollarían más adelante. Ser, al mismo tiempo, dulce, agria, fragante, salada, amarga, ácida, etc. Y debería ser oriunda de un rincón del Mundo que reuniera todas las características posibles: ser llano y montañoso, seco, cálido, húmedo, frío, ventoso y calmo.
Entusiasmado por sus descubrimientos, pasó el resto de sus días buscando ese lugar originario, que supuso el Paraíso terrenal.
Años más tarde, un emprendedor marino genovés —que leyó sus escritos de forma algo apresurada— se empeñó en buscar el lugar primigenio más allá del mar Océano, al oeste de toda tierra conocida.
Creyó encontrarlo en una isla del Trópico que, según el marino «olía de lejos a todo lo posible: lo que existe y lo que aún no ha sido creado».
Este aserto le costó la excomunión, ya que conmovía el relato bíblico según el cual todas las especias fueron creadas de una vez y para siempre por la Divina Providencia.
Murió desterrado en la isla caribeña, repitiendo a quien quisiera escuchar que «sin embargo, aquí nacen continuamente nuevas especias» (eppur nascent novum speciae).

Ecología y Salud

Por: Antonella Perasso y Lidia Perasso

LA SALUD: UNA META INALCANZABLE

En 1958, la Organización Mundial de la Salud definió a la salud como el completo estado de bienestar físico, mental y social, no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades.
Vivimos en constante interacción con el ambiente, recibiendo influencias favorables y desfavorables, de las cuales dependerá nuestra salud o enfermedad. Así, la salud es concebida como mucho más que la mera ausencia de enfermedad.
Para experimentar bienestar, el ser humano deberá satisfacer las necesidades percibidas como imprescindibles y saciar sus aspiraciones más íntimas en un ambiente que le transmita tranquilidad y seguridad. Sin embargo, los condicionamientos del ambiente no lo permiten.
Es sabido que en ambientes hostiles se pierde el sentido de la existencia. El psicólogo alemán Viktor E. Frank realizó observaciones en un campo de prisioneros durante la Segunda Guerra Mundial acerca de las reacciones del hombre sometido a las influencias del ambiente especial de un campo de concentración. En sus conclusiones expresó lo siguiente “ la vida del prisionero se asemeja a la de un cadáver viviente ”, debido a su adaptación a una existencia sin futuro. Señala también la importancia de una meta hacia el porvenir como necesario sostén anímico del hombre.
Pero ¿Tenemos porvenir? La existencia de una vida sin ser “vivida” se puede observar en el caso de los internados del sanatorio pulmonar en el libro “La montaña mágica” de Thomas Mann que no conocen la fecha de alta y viven una existencia igualmente carente de porvenir.
Las situaciones de pobreza pertinaz, de deseos insatisfechos, de incertidumbre y temores determinan falta de alegría, irritabilidad, carácter hosco y apatía.
Los noticieros de la TV o la lectura de los diarios nos muestran día a día secuestros, robos, rehenes, asesinatos, robos que incluyen hasta amputaciones de dedos; conductores desaprensivos que van a excesiva velocidad y/o alcoholizados, etc. Estas son algunas de las circunstancias, entre muchas otras, que diariamente nos toca vivir. Esto determina una permanente percepción de amenaza y al ser constante, hacen que la salud, tal como la definió la O.M.S., sea muy difícil de lograr.

Fuente y consultas: lidiarosaperasso@yahoo.com.ar

Rincón de Haikus

(De Mario Benedetti)

los hombres odian
presumen sueñan pero
las aves vuelan

no sé tu nombre
sólo sé la mirada
con que lo dices

los que caminan
sobre ríos de vino
a veces flotan

el girasol
no conoce de eclipses
siempre te alumbra

Poesía porque sí

Hoy: Varieté!

Visita

No estoy.
No la conozco.
No quiero conocerla.
Me repugna lo hueco,
la afición al misterio,
el culto a la ceniza,
a cuanto se disgrega.
Jamás he mantenido
contacto con lo inerte.
Si de algo he renegado
es de la indiferencia.
No aspiro a transmutarme,
ni me tienta el reposo.
Todavía me intrigan el absurdo,
la gracia.
No estoy para lo inmóvil,
para lo inhabitado.
Cuando venga a buscarme,
díganle:
"Se ha mudado".

Oliverio Girondo



El desertor

Señor presidente
Le escribo esta carta
Que quizá lea usted
Si tiene tiempo

Acabo de recibir
La orden militar
Para ir a la guerra
El próximo miércoles
Señor presidente
No voy a hacerlo
No vine a este mundo
Para matar pobre gente
No quiero que se enfade
Pero he de decirle
Que mi decisión es firme:
Voy a desertar
Desde el día en que nací
He visto morir a mi padre
Partir a mis hermanos
Y llorar a mis hijos
Mi madre sufrió tanto
Que ya está bajo tierra
Se ríe de las bombas
Y hasta de los gusanos
Cuando estuve preso
Me robaron la mujer
Me robaron el alma
Y todo mi pasado
Mañana muy temprano
Les cerraré la puerta
A aquellos años muertos
Y me echaré al camino
Pediré limosna
Por las rutas de Francia
De Bretaña a Provenza
Y les diré a las gentes:
«Niéguense a obedecer
Niéguense a colaborar
No vayan a la guerra
Niéguense a partir»
Si hay que derramar sangre
Derrame usted la suya
Pues tan buen apóstol es
Señor presidente
Si ordena que me busquen
Dígales a sus agentes
Que no llevaré armas
Que pueden disparar

Boris Vian

Una propuesta sobre qué hacer con el tiempo de cada uno

Por: Giles Deleuze

Hay sensibilidades sustanciales, existen los que tienen una sensibilidad sustancial. Yo sueño con hacer alguna cosa sobre la sensibilidad filosófica. Es así que encontrarán los autores que cada uno amará. No estoy diciéndoles que sean spinozistas, porque me importa un bledo. Lo que no importa un bledo es que ustedes encuentren lo que les hace falta, que cada uno de ustedes encuentre los autores que les hacen falta, es decir, los autores que tienen algo para decirles. Lo que a mí me atormenta en filosofía es esa elección. Es igual que cuando se habla de una sensibilidad artística, por ejemplo de una sensibilidad musical. La sensibilidad musical no es indiferenciada, no consiste solamente en decir: Amo la música. Quiere decir también que extrañamente, en cosas que yo mismo no comprendo, tengo algo que ver particularmente con tal: “ah, para mí es Mozart. Mozart me dice algo”. Es curioso eso. En filosofía es lo mismo. Hay una sensibilidad filosófica. Allí también es una cuestión de moléculas, si aplicamos todo lo que acabamos de decir hace un momento. Nos encontramos con que las moléculas de alguien serán atraídas, serán ya, en cierta forma, cartesianas. Hay cartesianos. Bueno, comprendo, un cartesiano es alguien que leyó bien a Descartes y que escribe libros sobre Descartes. Pero eso no es muy interesante. Al menos hay cartesianos a un nivel mejor. Consideran que Descartes les dice algo al oído a ellos, algo fundamental para la vida, incluida la vida más moderna. Bueno, a mí, tomo mi ejemplo, realmente Descartes no me dice nada, nada, nada, nada... Se me va de las manos, me embola. Sin embargo, no voy a decir que es un pobre tipo, es evidente que tiene genio. Bueno, de acuerdo, tiene genio, pero yo, por mi cuenta, no tengo nada que hacer con él. Jamás me dijo nada. Bueno ¿y Hegel?...¿Cómo se explican estas cuestiones de sensibilidad, qué es eso, qué quieren decir estas relaciones moleculares?

Yo abogo por relaciones moleculares con los autores que leen. Encuentren lo que les gusta, no pasen jamás un segundo criticando algo o a alguien. Nunca, nunca, nunca critiquen. Y si los critican a ustedes digan: “De acuerdo” y sigan, no hay nada que hacer. Encuentren sus moléculas. Si no las encuentran, ni siquiera pueden leer. Leer es eso, es encontrar vuestras propias moléculas. Están en los libros. Vuestras moléculas cerebrales están en los libros. Yo creo que nada es más triste en los jóvenes en principio dotados que envejecer sin haber encontrado los libros que verdaderamente hubieran amado. Y generalmente no encontrar los libros que uno ama, o no amar finalmente ninguno, da un temperamento... y de golpe uno se hace el sabio sobre todos los libros. Es una cosa rara. Nos volvemos amargos. Ustedes conocen la especie de amargura de ese intelectual que se venga contra los autores por no haber sabido encontrar a aquellos que amaba... el aire de superioridad que tiene a fuerza de ser tonto. Todo eso es muy enojoso. Es preciso que, en última instancia, solo tengan relación con lo que aman".

(Gilles Deleuze, De "En medio de Spinoza. Capitulo V, El estatuto de los modos y el problema del mal")