jueves, 25 de febrero de 2010

Monserrat Cultural N° 28

"Marina"
Imagen de Eric Cañete

Editorial

Gerundio tramposo.
En la lingüística, y en el contexto particular de la gramática, el gerundio es una conjugación del verbo que demuestra una acción; pero no está definida ni por el tiempo, el modo, el número, ni la persona. El gerundio correctamente usado significa ya simultaneidad, ya anterioridad con relación al verbo al que modifica (por ello, la gramática dice que el tiempo del gerundio es relativo).
Así, con el gerundio HACIENDO, el gobierno de la ciudad de Buenos Aires posterga indefinidamente soluciones a los muchos problemas de la ciudad y sus vecinos, que son los que sufren la ineficacia de este gobierno que solo aporta PROblemas.
HACIENDO un uso relativo del presupuesto de la ciudad, Macri incrementó sin gerundios la cantidad de asistentes, consultores y asesores para “embellecer” la ciudad con sus cientos de carteles amarillos que informan de mejoras por todos lados, que luego nunca se concretan.
Con políticas exclusivas, Macri y sus asesores le quitaron presupuesto -y prácticamente existencia real- a los planes de vivienda de la ciudad, especulando con cada porción de terreno para el mercado inmobiliario, cada vez más excluyente para cualquiera que pretenda tener su propia casa.
Con barrios enteros inundados, Macri responde con grandes carteles que aseguran estar “HACIENDO” las mejoras para que esto no ocurra más. Pero ya lo sabemos, mientras siga el gerundio, el problema no se va a terminar, y la promesa continúa.
Con sistemas de transporte colapsados, y luego de prometer 10 kilómetros de tramos nuevos por año en la red de subtes, Macri se ataja acusando al Gobierno Nacional de no escuchar sus reclamos. Lo mismo hace respecto de salud -con hospitales sin insumos- y la educación -con edificios arruinados y en constante estado de precariedad-. Siempre es culpa de otro, siempre el responsable es el otro.
El otro que te roba, el otro que te pide, que está ahí tirado pidiendo limosna, que no deja que esta ciudad sea bella y ordenada y pulcra, como Macri y tantos bellos, ordenados y pulcros quisieran. Y así, culpando a ese otro que apenas sabe de política y de intereses ocultos -y tampoco sabe nada de gerundios-, la ciudad se hunde en un caos del que parece imposible salir. Macri propone una “nueva policía”, que picana en mano traerá orden a tanto caos. ¿Cuánto más resistirá el sentido común a tanta mentira, tanto desvarío mediático que impone miedo día tras día?
Ojalá despertemos, y nos demos cuenta que la solución no está en culpar al otro. Si cada uno se hace cargo de su parte, y en comunidad trabajamos para resolver lo de nuestra casa, nuestra manzana, y así de a poco llegar a mejorar nuestro barrio, no serían necesarios representantes que en nombre del pueblo y el miedo llenen de carteles y policías la ciudad, mientras esta se cae a pedazos.
El gobierno de Macri es como el gerundio: no está definido ni por el tiempo, el modo, el número ni la persona. Entonces, la próxima vez que haya elecciones, pensemos bien antes de votar: que no nos gane el miedo al otro.

El editor

Cuento

Algo muy grave va a suceder en este pueblo

Por: Gabriel García Márquez


Imagínese usted un pueblo muy pequeño donde hay una señora vieja que tiene dos hijos, uno de 17 y una hija de 14. Está sirviéndoles el desayuno y tiene una expresión de preocupación. Los hijos le preguntan qué le pasa y ella les responde: -No sé, pero he amanecido con el presentimiento de que algo muy grave va a sucederle a este pueblo.

Ellos se ríen de la madre. Dicen que esos son presentimientos de vieja, cosas que pasan. El hijo se va a jugar al billar, y en el momento en que va a tirar una carambola sencillísima, el otro jugador le dice:

-Te apuesto un peso a que no la haces.

Todos se ríen. Él se ríe. Tira la carambola y no la hace. Paga su peso y todos le preguntan qué pasó, si era una carambola sencilla. Contesta:

-Es cierto, pero me ha quedado la preocupación de una cosa que me dijo mi madre esta mañana sobre algo grave que va a suceder a este pueblo.

Todos se ríen de él, y el que se ha ganado su peso regresa a su casa, donde está con su mamá o una nieta o en fin, cualquier pariente. Feliz con su peso, dice:

-Le gané este peso a Dámaso en la forma más sencilla porque es un tonto.

-¿Y por qué es un tonto?

-Hombre, porque no pudo hacer una carambola sencillísima estorbado con la idea de que su mamá amaneció hoy con la idea de que algo muy grave va a suceder en este pueblo.

Entonces le dice su madre:

-No te burles de los presentimientos de los viejos porque a veces salen.

La pariente lo oye y va a comprar carne. Ella le dice al carnicero:

-Véndame una libra de carne -y en el momento que se la están cortando, agrega-: Mejor véndame dos, porque andan diciendo que algo grave va a pasar y lo mejor es estar preparado.

El carnicero despacha su carne y cuando llega otra señora a comprar una libra de carne, le dice:

-Lleve dos porque hasta aquí llega la gente diciendo que algo muy grave va a pasar, y se están preparando y comprando cosas.

Entonces la vieja responde:

-Tengo varios hijos, mire, mejor deme cuatro libras.

Se lleva las cuatro libras; y para no hacer largo el cuento, diré que el carnicero en media hora agota la carne, mata otra vaca, se vende toda y se va esparciendo el rumor. Llega el momento en que todo el mundo, en el pueblo, está esperando que pase algo. Se paralizan las actividades y de pronto, a las dos de la tarde, hace calor como siempre. Alguien dice:

-¿Se ha dado cuenta del calor que está haciendo?

-¡Pero si en este pueblo siempre ha hecho calor!

(Tanto calor que es pueblo donde los músicos tenían instrumentos remendados con brea y tocaban siempre a la sombra porque si tocaban al sol se les caían a pedazos.)

-Sin embargo -dice uno-, a esta hora nunca ha hecho tanto calor.

-Pero a las dos de la tarde es cuando hay más calor.

-Sí, pero no tanto calor como ahora.

Al pueblo desierto, a la plaza desierta, baja de pronto un pajarito y se corre la voz:

-Hay un pajarito en la plaza.

Y viene todo el mundo, espantado, a ver el pajarito.

-Pero señores, siempre ha habido pajaritos que bajan.

-Sí, pero nunca a esta hora.

Llega un momento de tal tensión para los habitantes del pueblo, que todos están desesperados por irse y no tienen el valor de hacerlo.

-Yo sí soy muy macho -grita uno-. Yo me voy.

Agarra sus muebles, sus hijos, sus animales, los mete en una carreta y atraviesa la calle central donde está el pobre pueblo viéndolo. Hasta el momento en que dicen:

-Si éste se atreve, pues nosotros también nos vamos.

Y empiezan a desmantelar literalmente el pueblo. Se llevan las cosas, los animales, todo.

Y uno de los últimos que abandona el pueblo, dice:

-Que no venga la desgracia a caer sobre lo que queda de nuestra casa -y entonces la incendia y otros incendian también sus casas.

Huyen en un tremendo y verdadero pánico, como en un éxodo de guerra, y en medio de ellos va la señora que tuvo el presagio, clamando:

-Yo dije que algo muy grave iba a pasar, y me dijeron que estaba loca.

La verdadera utilidad de las cárceles

Extracto de “Las redes del poder”, de Michel Foucault

La utilidad de las prisiones podemos revelarla fácilmente: cuantos más delincuentes existan, más crímenes existirán; cuanto más crímenes hayan, más miedo tendrá la población y cuanto más miedo en la población, más aceptable y deseable se vuelve el sistema de control policial. La existencia de ese pequeño peligro interno permanente es una de las condiciones de aceptabilidad de ese sistema de control, lo que explica por qué en los periódicos, en la radio, en la televisión, en todos los países del mundo sin ninguna excepción, se concede tanto espacio a la criminalidad como si se tratase de una novedad cada nuevo día.
Desde 1830 en todos los países del mundo se desarrollaron campañas sobre el tema del crecimiento de la delincuencia, hecho que nunca ha sido probado, pero esta supuesta presencia, esta amenaza, ese crecimiento de la delincuencia es un factor de aceptación de los controles. Pero eso no es todo, la delincuencia posee también una utilidad económica; vean la cantidad de tráficos perfectamente lucrativos e inscritos en el lucro capitalista que pasan por la delincuencia: la prostitución; todos saben que el control de la prostitución en todos los países de Europa es realizado por personas que tienen el nombre profesional de proxenetas y que son todos ellos ex presidiarios que tienen por función canalizar los lucros recaudados sobre el placer sexual. La prostitución permitió volver oneroso el placer sexual de las poblaciones y su encuadramiento permitió derivar para determinados circuitos el lucro sobre el placer sexual. El tráfico de armas, el tráfico de drogas, en suma, toda una serie de tráficos que por una u otra razón no pueden ser legal y directamente realizados en la sociedad pueden serlo por la delincuencia, que los asegura.
Si agregamos a eso el hecho de que la delincuencia sirve masivamente en el siglo XIX y aun en el siglo XX a toda una serie de alteraciones políticas tales como romper huelgas, infiltrar sindicatos obreros, servir de mano de obra y guardaespaldas de los jefes de partidos políticos, aun de los más o menos dignos. Los partidos políticos tienen una mano de obra que varía desde los colocadores de afiches hasta los aporreadores o matones, mano de obra que está constituida por delincuentes. Así tenemos toda una serie de instituciones económicas y políticas que opera sobre la base de la delincuencia y en esta medida la prisión que fabrica un delincuente profesional posee una utilidad y una productividad para el capitalismo.

Prosa Libre

¡Que sociedad generamos!


Decimos que no hay seguridad.

Sí, no es seguro que puedas vivir de tu trabajo

(si lo conseguiste y pudiste conservar)

No es seguro que puedas comer, vos y tus hijos.

No es seguro que, aún preparándote para un trabajo

puedas desarrollarte, ejercer tu profesión

y evolucionar dignamente.

No es seguro que puedas estudiar.

No es seguro que puedas conservar la vivienda

y menos comprar tu casa.

No es seguro que tu capacidad tenga un espacio

y se te pague por ello.

No es seguro tener acceso a la salud.

Y nosotras, aquí, como lapidadas.

Aunque no es el medioevo.

Siempre dentro de muros.

Por lo que nos faltó afuera, estamos en este lugar.

Todo cerrado y enrejado.

Nos deben haber puesto por eso.

Ahora sí estamos “seguritas”,

a salvo de la inseguridad externa del hambre,

de la violencia y de las carencias.

Con la protección infinita de las plegarias de la soledad.

Con la protección infinita de la iglesia universal.

Con la protección infinita del aislamiento.

Con la protección infinita del exilio de los afectos,

del exilio de la sexualidad y del exilio de la identidad.

Con la protección infinita de la violencia que se contiene.

¡Que sociedad generamos!

Se invierte dinero en mantener a la gente viva, encerrada;

en lugar de invertirlo en crear condiciones

que mantienen a la gente viva, en libertad.

Laura Preguerman

Texto extraído de Fanzín 31, publicación del taller de poesía realizado por YO NO FUI, asociación civil y cultural sin fines de lucro que trabaja en proyectos artísticos y de capacitación en oficios en los penales de mujeres de Ezeiza y, afuera, con las mujeres que salen en libertad, promoviendo la autogestión y dando apoyo y contención en el proceso de inclusión social.


Para saber más:

www.yonofui.org.ar

proyectoyonofui@gmail.com

Rincón de Poesías

Me desordeno

Por: Carilda Oliver Labra


Me desordeno, amor, me desordeno

cuando voy en tu boca, demorada,

y casi sin por qué, casi por nada,

te toco con la punta de mi seno.

Te toco con la punta de mi seno

y con mi soledad desamparada;

y acaso sin estar enamorada

me desordeno, amor, me desordeno.

Y mi suerte de fruta respetada

arde en tu mano lúbrica y turbada

como una mal promesa de veneno;

y aunque quiero besarte arrodillada,

cuando voy en tu boca, demorada,

me desordeno, amor, me desordeno.



Lo que pasa

Por: Juan Gelman


Yo te entregué mi sangre, mis sonidos,

mis manos, mi cabeza,

y lo que es más, mi soledad, la gran señora,

como un día de mayo dulcísimo de otoño,

y lo que es más aún, todo mi olvido

para que lo deshagas y dures en la noche,

en la tormenta, en la desgracia,

y más aún, te di mi muerte,

veré subir tu rostro entre el oleaje de las sombras,

y aún no puedo abarcarte, sigues creciendo

como un fuego,

y me destruyes, me construyes, eres oscura como la luz.