lunes, 29 de octubre de 2012

Editorial Monserrat Cultural N 56




Comparto dos textos, que hablan de cosas simples y a la vez tan complicadas como la vida: la libertad, la conciencia de uno mismo y del entorno. Si cada uno despierta y se descubre libre y único, el mundo seguramente se volvería un lugar más amable para que cada uno sea lo que quiere ser.

El editor


"Como no hay libertad, pensamos que hay una ley. Pero no hay ley. Hay crecimiento y muerte, deleite y terror, un abismo y el resto lo inventamos."
Del cuento "Una semana en el campo", Países imaginarios
Úrsula Le Guin

Concepto claroSi usted quiere formarse "un concepto claro" de la existencia, viva.
Piense. Obre. Sea sincero. No se engañe a sí mismo. Analice. Estúdiese. El día que se conozca a usted mismo perfectamente, acuérdese de lo que le digo: en ningún libro va a encontrar nada que lo sorprenda. Todo será viejo para usted. Usted leerá por curiosidad libros y libros y siempre llegará a esa fatal palabra terminal: "Pero sí esto lo había pensado yo, ya". Y ningún libro podrá enseñarle nada.
Salvo los que se han escrito sobre esta última guerra. Esos documentos trágicos vale la pena conocerlos. El resto es papel...
Aguafuerte porteña
Roberto Arlt

Microrelatos


La bolsa de tiempo
Por: Oscar Fortuna

Elmo y Habkir se bamboleaban aquella mañana sonrientes. Habían salido ilesos una vez más de una noche llena de los sabores exquisitos y embriagantes de la fiesta del emperador. Como degustadores de la comida del divino déspota disfrutaban de los manjares más suculentos, aunque siempre el velo de la muerte sobrevolaba en sus alientos. Por eso siempre volvían a sus casas embriagados de victoria: le habían sacado un día más a la muerte. Solían despertar a los cortesanos con sus cantos burlescos, y esa mañana venía con el agregado de una reyerta por una bolsa. Ambos solían ponerse belicosos con la bebida, y cualquier excusa era buena para el pleito. 
La suerte quiso que esa mañana el emperador los encontrara tironeando de la arpillera mientras la gente hacía un círculo alrededor de los borrachos:
–¡Basta! ¿Qué hay en esa bolsa que merezca semejante lucha? –preguntó el déspota.
Ambos sirvientes se enderezaron, recuperados repentinamente de la resaca por el susto:
–Su excelencia, he guardado aquí mis más gratos recuerdos; desde el árbol que trepaba de niño, mi perro y las frutas robadas, hasta el primer beso con aquella muchacha –respondió Elmo.
Ante la media sonrisa del rey, Habkir no quiso ser menos:
–Emperador, todo lo que este miserable ha dicho es mentira, aquí dentro está el futuro que me espera, lleno de los árboles que no pude trepar, del perro que no tuve y las frutas que no saboreé, hasta la muchacha que me espera con sus besos.
El emperador tomó la bolsa a fin de terminar con la disputa, y entre las risas de la gente que acusaba de locos a los contendientes lo sorprendió desde el fondo de la bolsa la cáscara de un huevo roto. Riendo a carcajadas dejó ir a sus siervos y se guardó la bolsa. Además del huevo, el rey de reyes encontró la eternidad que hacía tiempo estaba buscando, y que Elmo y Habkir no habían sabido ver, anhelando uno su pasado y otro su futuro, pasando por alto lo más importante: el presente.

Palabras
“Las palabras no expresan bien los pensamientos: en cuanto se pronuncia algo, ya cambia un poquito, se distorsiona, pierde sentido. Y también esto es bueno y me parece justo, que la sabiduría y tesoro de una persona parezca necedad y locura a la otra.”

Amor
“El amor, Govinda, me parece que es lo más importante que existe. Penetrar en el mundo, explicarlo y despreciarlo, es cuestión de interés para los grandes filósofos. Pero a mí, únicamente me interesa el poder amar a ese mundo, no despreciarlo; no odiarlo ni aborrecerme a mí mismo: a mí sólo me atrae la contemplación del mundo y de mí mismo, y de todos los seres, con amor, admiración y respeto.”
Extractos de Siddhartha, de Herman Hesse

lunes, 1 de octubre de 2012

Editorial



Comparto dos textos de Galeano, que tantas veces abre las alas de la mente y nos da aire para volar con la imaginación. Que en esta primavera haya buenos vuelvos.
El editor

¡Adopte un banquerito!
Septiembre, 15. En el año 2008, se fue a pique la Bolsa de Nueva York. Días histéricos, días históricos: los banqueros, que son los más peligrosos asaltantes de bancos, habían desvalijado sus empresas, aunque jamás fueron filmados por las cámaras de vigilancia y ninguna alarma sonó. Y ya no hubo manera de evitar el derrumbe general. El mundo entero se desplomó, y hasta la luna tuvo miedo de perder su trabajo y verse obligada a buscar otro cielo.
Los magos de Wall Street, expertos en la venta de castillos en el arie, robaron millones de casas y de empleos, pero sólo un banquero fue a la cárcel. Los demás imploraron a gritos una ayudita por amor de Dios y recibieron, por mérito de sus afanes, la mayor recompensa jamás otorgada en la historia humana.
Ese dineral hubiera alcanzado para dar de comer a todos los hambrientos del mundo, con postre incluido, de aquí a la eternidad. A nadie se le ocurrió la idea.

Para que cantes, para que veas
  Para que veas los mundos del mundo, cambia tus ojos.
  Para que los pájaros escuchen tu canto, cambia tu garganta.

  Eso dicen, eso saben, los antiguos sabios nacidos en las fuentes del río Orinoco.

Los Hijos de los Días
Eduardo Galeano