UNO (fragmento)
Cómo hablarles de ella y de la esponja rosada que le bailaba en la boca, de la tumba de manzanas que guardaba en el armario de su pecho. De un solo manotazo me azotó el demonio de la lujuria para esta y otras vidas, para este y otros horizontes. Yo detrás de ella, cruzando el umbral, reventando las burbujas que nos estorbaban el paso, cerrando la puerta, resguardándola con leones, evitando que las estrellas y sus melodramas naveguen por las cicatrices de nuestro río. Los dos en un túnel de espuma, rezando a los dioses de cuatro patas, a los paisajes que luego quedaron cortos, rezando con movimientos tibios, abrigándolos en las chimeneas de nuestros pechos. Ella y yo, yo y la vía láctea deslizándonos en su cintura, en el extremo opuesto de su risa, en el lado derecho de sus peces de colores. Mi monte nublado, mis líneas de la mano mudas, arrimándome a la culpa por seguir lamiendo su sombra, la ola que se regaba desde sus axilas tiernas…
Walter Jimbo
Brújula de polvo
cuando tenga un hijo/ habrá un sol ocultándose de mi ventana/ y quizás porque ya no seré/ la única sangre derramada por el mundo/ cada día se alternarán/ la dicha y la agonía/ qué podré decirle a mi hijo/ sobre la guillotina del tiempo/ la miel silvestre de las caricias/ o los verdugos que acechan nuestras espaldas/ tendré que dejarle caer/ sobre una almohada de agujas/ o sobre un abismo de pétalos/ será otro jinete embistiendo la noche/ y no tendrá más alternativa/ que deambular con su brújula de polvo
Marcelo Villa Navarrete
el hombre desgarra
con sus dientes de acequia el aire del caos
camina la espalda del ángel
y con su voz de silencio
llora sobre un dios acorralado
Alba Estrella Gutiérrez
Domingo en Montserrat
Vivo en una casa revestida de sol,
encrucijada de prolijidad antigua
y deshilachada adolescencia.
Libros, cuadros, pretéritas molduras,
coordenadas de tiempo y de madera.
El barrio que habito es árido,
sus angostas veredas verticales
estrechan toda idea de horizonte.
Sólo la voluptuosidad de algunas cúpulas
redimen su rectilínea tristeza.
Dos o tres viejos campanarios
dialogan el silencio del domingo.
Casi en puntas de pie salgo a la calle,
como huyendo con un secreto amante.
Con mi barrio callado, interior y mío.
Al conquistar la primera esquina
me abandono al zigzagueo,
y en irreversible ceremonia
me concedo el tiempo de caminar sin rumbo,
lejana y abierta.
Antes de la noche estaré de vuelta.
María Elena Mittelman
hay un niño perdido
no sabe de guerra
el hambre lo apuñala
por su espalda indefensa
con los ojos abiertos
hilvanados de asombro
muere todos los días
muere en todos los muertos
en cartones de sueños
una cruz invertida
es un dios indefenso
un grito en la noche
lo descalza de miedos
en un andén vacío
le trafican el nombre
travestido de ausencia
hay un niño perdido
y buenos aires
llora
Alba Estrella Gutiérrez
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