martes, 29 de marzo de 2011

Monserrat Cultural Nº 39

 
Imagen de Tapa: “Pájaros a cuerda” de Crown Jewel.

Editorial

Madre Tierra, o Gaia, o Pachamama, son nombres de un mismo planeta, nombres que a través del tiempo y de las culturas han representado el símbolo vital de la humanidad. Sin embargo, la misma humanidad es la que también a través del tiempo y de diferentes culturas ha agotado los recursos y abusado de la generosidad y vitalidad del mismo planeta. La codicia y la estupidez sin límites de unos pocos con mucho poder arrasa con los esfuerzos por mejorar las cosas de muchos que tienen poco. Y la Madre Tierra, aquejada por este parásito con hambre infinita, comienza a dar muestras de su agotamiento: terremotos, tsunamis, huracanes, inundaciones y temperaturas extremas en verano e invierno hacen evidente que el planeta, en su proceso natural, intenta eliminar al elemento que produce su malestar, como cualquier cuerpo rechaza aquello que lo enferma.
Mientras insistamosa en mirarnos el ombligo, sin hacernos cargo del daño que producimos en nuestra casa -la única que tenemos, el planeta Tierra-, y deleguemos nuestra responsabilidad sobre “líderes” políticos, religiosos o de cualquier otra especie para luego quejarnos de lo mal que va el mundo mirándolo por televisión,- como si fuera en otro planeta lo que está ocurriendo-, todo seguirá igual, o peor.
Cuando viajo en tren o colectivo veo niños, grandes y viejos que tiran botellas, latas y envoltorios por las ventanas, como si el afuera se tragara esa basura y pudiera desaparecerla. Yo me pregunto: ¿Qué le pasa a esa gente para comportarse así? A partir de esos pequeños gestos se construye el resto de las cadenas de responsabilidades.Porque por esos pocos que hacen gala de su imbecilidad ensuciando el entorno, todos sufrimos las consecuencias a largo o a corto plazo.
Desde los medios masivos -otra vez- nos desinforman diciendo que está “todo bajo control”. Nada estará bajo control hasta que cada persona sea capaz de respetar el lugar que habita, nada mejorará hasta que cada uno sepa cuidar y querer a Gaia porque forma parte indisociable de ella.
El editor

Microrelatos

La poesía
Por: Liliana Bodoc


- ¿Y cómo es, Nakín, la existencia de la poesía?
- Líquida, vinculada y fugitiva. Por lo primero, la poesía llena las cavidades, transforma en recipientes los vacíos. Por lo segundo la poesía vive indefectiblemente de la poesía. No podría haber un instante poético separado de todos los instantes poéticos. La poesía se explica por la poesía. Por lo tercero, la poesía es ingobernable. Nadie es su dueño, nadie la detenta aunque algunos la escriban. 
- ¿Y nosotros, Nakín, los de todos los días?
- Nosotros podemos hacernos parte indisoluble de la poesía. Para eso, es necesario saltar al mundo de los Símbolos confiando en el abrazo que no vemos. Saltar a la creación y mezclarnos con ella. Quien se empeñe en preservar algo de su singularidad será criatura viva, será criatura muerta. Pero no será poesía, símbolo. Y esto no significa maldad ni bondad, sino disposición de salto.

Nakín dijo lo suyo.
Yo agrego que mientras los dogmas sonríen sin mostrar los dientes, la poesía se ríe a carcajadas en la cima del campanario.

(Re) Génesis
Por: rulos-porra.blogspot.com


Descubrió un sentimiento que venía amasando desde temprano y reventó con una pequeña desilusión a la que no le dio mucha importancia.
Descubrió las ganas de romper que tenía.
Romper.
Un gran gran amigo le comentó una vez que le encantaba la palabra "romper" y que en esos momentos necesitaba romper con muchas cosas. Y así, recordando esas palabras, se sintió “rompiendo” esa noche de abril.
Romper con muchas cosas, claro. Romper con las relaciones y los pensamientos estériles, vacíos de contenido. Romper con estructuras ordenadas y actitudes adultas, y alimentar sueños pueriles. Romper con una sociedad podrida. Romper con el odio. Romper un plato. Romper con la gente con la que imaginó hilos rojos. Romper las pelotas.

Porque después de que rompió, reconoció que inmediatamente viene la mejor parte: la de la creación. La potencialidad de la creatividad, que no es sólo un don del artista sino una esencia del ser humano, que se rompe para volver a nacer.

Gracias a la vida
Por: rulos-porra.blogspot.com


Quizás no exista el sentido de la vida. Quizás no exista nada de eso de lo que los seres humanos nos empeñamos en buscar incansablemente hasta el día que nos muramos. Quizás no existan porqués, ni quizás, ni el destino.
Quizás sólo exista el hoy. Quizás el secreto de la vida sea ese: estar vivxs. ¡Para qué buscar la felicidad! Si la felicidad es estar vivxs; contagiarnos de felicidad, llorar por los malos momentos y brindar siempre por los buenos.
Quizás sea amar hasta cansarnos, hasta que los huesos nos digan basta y el corazón se canse de latir. Quizás sea amar y plantar semillas por todas partes.
No existe otra tarea en el mundo que amarnos.

Gracias por tanta vida, por tanto amor.

Los tigres escritos

Por: Ema Wolf

Hay unos pocos tigres en el mundo que tienen la cabeza escrita.
Las rayas que les cruzan la frente, como pinceladas negras, se relacionan con los caracteres de la escritura china, de modo que la cabeza del tigre puede leerse. Algo dice en el tigre.
No aparece con frecuencia un ejemplar de ésos, apenas uno en muchos años, cada vez menos, ya que al haber menos tigres de todas clases también hay menos de los escritos.
En la antigua Mesopotamia se creía que los pájaros eran animales sagrados porque las huellas que dejaban sobre la arcilla blanda les revelaban fragmentos del pensamiento de los dioses. Algo parecido ocurría en China con estos tigres: se consideraban animales dignos de veneración, portadores de un mensaje secreto del más alto valor, grave y esencial.
El mensaje contenía el extracto de un conocimiento oculto de orden superior que abarcaba lo terrenal y lo divino, pilar de todas las verdades, el mensaje de los mensajes, el perfecto. El día en que fuera comprendido, nada iba a ser igual en el imperio. Siglos atrás, ya algunos decían leer el futuro en las marcas de los caparazones de las tortugas, pero no eran más que adivinos comunes ocupados en pronósticos domésticos de poco alcance, como la caída de la lluvia o el éxito de la cosecha. La cabeza del tigre representaba mucho más que eso.
Descifrarla era una tarea de dificultad extraordinaria.
Los emperadores la encomendaban a un puñado de sabios, de los pocos que entonces podían aventurarse en los enigmáticos pasadizos de la escritura china, siempre inabarcable y plagada de ambigüedades, contradictoria, perfectamente capaz de afirmar algo y desmentirlo al mismo tiempo, de confundir al lector con triples y cuádruples sentidos.
Mientras tanto, el tigre permanecía cautivo en una jaula regia viviendo a cuerpo de tigre en uno de los pabellones del palacio. Cada mañana los sabios se instalaban al lado de la jaula, consagraban su esfuerzo a Wen Chan, el dios de todo lo escrito y de los papeleros, y pasaban el día entero mirando la cabeza del tigre. El tigre miraba a los sabios y bostezaba.
Este ejercicio podía extenderse a lo largo de una vida entera, que podía ser la de los sabios, la del emperador o la del tigre. Para cosas como ésta los chinos desconocen el apuro.
El desciframiento del tigre era algo que debía ocurrir con seguridad alguna vez, pero era una vez sin fecha. Antes de morir —es decir antes de atravesar las puertas del Divino Jardín Celestial— desde su cama de jade —el jade es jabonoso— el emperador preguntaba a los sabios si habían comprendido el mensaje. Le contestaban que no. Moría satisfecho, sin embargo: eso sería considerado una prueba de que había sido paciente en su reinado.
De modo que el ejercicio se extendía en el tiempo, pero no se completaba. De hecho, nunca se supo que un tigre hubiera sido descifrado. Lo que de ninguna manera significaba un fracaso sino apenas una demora, prueba excluyente de la enorme dificultad de la misión.
El último emperador de la remota dinastía Sung tuvo su tigre escrito.
Se cuenta que una primavera marchó con un pequeño ejército a la provincia de Leao-tong y que allí, precedido por el estrépito de cientos de trompetas y atabales, llevó a cabo una cacería memorable en la que se mataron mil ciervos, cientos de osos y de jabalíes, y noventa tigres comunes. En esa cacería la fortuna también premió al joven emperador con un tigre escrito, que fue sorprendido en su guarida de cañas y conducido con mucho cuidado al palacio.
Seis sabios se ocuparon de la lectura.
Los seis vivían largamente a cuerpo de sabio sin otra tarea que la de observar las famosas rayas y pensar. Por la mañana observaban la cabeza del tigre desde todos los ángulos posibles, aprovechando la luz más límpida. Trazaban pictogramas en tinta sobre papel de arroz, mordían preocupados el cabo del pincel y vuelta a pensar. A veces el emperador y su séquito, músicos incluidos, los honraban con una visita. Fuera de eso, los únicos que perturbaban el trabajo de los sabios eran los sirvientes que les traían la comida y los limpiadores de jaulas.
Una vez al año los seis celebraban consejo para intercambiar impresiones, hipótesis. Razonaban hasta que les sudaban las sienes y los párpados se les volvían de plomo. Avances y retrocesos se producían con idéntica lentitud. Tenían miedo de precipitarse, dar un paso en falso imperdonable, desbaratar por ligereza o chambonada, la importancia del mensaje.
En cierta ocasión uno de ellos estuvo a punto de emitir algo.
El esfuerzo le trajo fiebre. La inminencia de la traducción provocó mucha ansiedad en el emperador y en la corte. Los honorables, muy altos dignatarios perdieron el sueño. La vez había llegado, se dijo. A último momento el sabio desistió de hablar. Por lo visto nuevas reflexiones lo habían puesto a salvo de cometer un error grueso. La tranquilidad se acomodó otra vez en el ánimo de todos, enroscada como un gato.
Hasta que ocurrió un hecho impensado, insignificante de cualquier modo que se lo mire.
Un jovencito recién llegado al palacio, el último de los sirvientes menores, entró una tarde por casualidad, correteando, al pabellón de la jaula. Se detuvo delante del tigre, miró con atención las rayas de la frente y soltó una carcajada estrepitosa. Durante un minuto largo no paró de reírse, doblado en dos, agarrándose la panza. Después siguió de largo, meneando la cabeza, hasta que la risa y él se perdieron por los pasillos.
El emperador lo supo. Como no hizo preguntas, nadie más las hizo. A los sabios los despidieron de manera discreta y definitiva.

Visualizando necesidades vs. deseos

La principal y más importante clave para reducir nuestro impacto en el planeta es simple: observar cuáles son realmente nuestras necesidades y descartar lo demás. O, al menos, consumir menos: llevar una vida más frugal, tratando de separarnos de aquello que pensamos que 'debemos' tener. 
Obviamente esto no es fácil de entender y lleva algo de tiempo procesar: la sociedad de consumo funciona presionando a las personas para que trabajen para consumir y no para vivir. Y esto se torna peor si además se está en un trabajo poco satisfactorio y con poco tiempo para reflexionar. El consumo entonces se torna una respuesta para llenar ese vacío. 
El ritmo de la vida y las costumbres, además, nos llevan a desear lo incorrecto en todos los aspectos, incluyendo los alimentos: preferimos productos altos en azúcares y grasas, cuando necesitaríamos más frutas y verduras, granos, hidratación, etc. 
Es un tema amplio y la idea por supuesto no es pretender que todos seamos monjes budistas y que vivamos sin posesiones y bajo una dieta de vegetales, pero si nos tomamos un tiempo para perar y  pensar quizás podamos cambiar alguna actitud. 
Entonces, piensen en su actual 'deseo', ¿es una necesidad o un deseo impulsado por algo más? Mantener la mente clara y en armonía permite también a nuestro cuerpo y a nuestro entorno un mejor estado.
Fuente: blogs.tudiscovery.com

'Consumo colaborativo': Qué es y por qué es interesante para el planeta y la sociedad

Uno de los fenómenos más interesantes que se están dando dentro del movimiento verde en los últimos años es el nacimiento y expansión de diferentes formas de acceder a productos y servicios que no involucran la compra de los mismos.
Servicios de alquiler de autos, ropa y objetos de todo tipo, trueque de persona a persona, préstamos temporales, y el regalo de cosas en desuso por medio de redes como Freecycle están apuntando hacia un nuevo tipo de sociedad colaborativa por medio de la conexión y la tecnología.
La escritora y consultora Rachel Botsman y el emprendedor Roo Rogers estuvieron observando estos fenómenos y han escrito un libro llamando al movimiento 'Consumo colaborativo'
De acuerdo a su definición, el Consumo colaborativo "se refiere a la rápida explosión de las prácticas de compartir, trocar, prestar, intercambiar, alquilar y regalar, reinventadas a través de tecnologías de redes en una escala y en formas que nunca habían sido posibles".
Si nos remontamos en el tiempo, ya en las pequeñas ciudades de la Baja Edad Media europea los artesanos y productores agrícolas intercambiaban productos entre sí sin la necesidad de dinero. Perdidas en el tiempo con la aparición del capitalismo, el dinero y el paradigma de la acumulación, estas prácticas están siendo rescatadas en este momento y potenciadas con las posibilidades que abre internet.
Algunos ejemplos de plataformas exitosas basadas en la economía de compartir son el servicio de alquiler de autos Zipcar, en el que las personas rentan autos a otras personas que no los usan por horas. El sitio Ecomodo ofrece la posibilidad de tomar prestado un objeto de otra persona por unos días. Otros sitios como Swap.com permiten intercambiar un objeto por otro con personas que tienen cosas en desuso. Y como éstos, hay miles de nuevos ejemplos cada día.
Este movimiento está íntimamente relacionado a las tendencias de las que hablábamos hace algunas semanas en la nota Desapropiar, dematerializar, demonetizar: Tres tendencias modificando el comportamiento joven y también con la construcción de comunidad.
A su vez, el compartir objetos evita la producción de otros nuevos, lo cual termina reduciendo el impacto que podemos tener en el ambiente.
¿Cómo ser parte de este interesante movimiento? Cada vez que necesites algo, comenzá por pensar siempre la forma de tomarlo prestado de algún contacto o alquilarlo, y buscá forma de hacer circular tus pertenencias en desuso.
Si bien las herramientas online específicamente diseñadas para esto ayudan, en realidad se trata más bien de una actitud: evitar la adquisición y buscar formas alternativas de acceder a aquello que necesites.
Más sobre el movimiento en www.CollaborativeConsumption.com.
Fuente: blogs.tudiscovery.com