lunes, 28 de febrero de 2011

Monserrat Cultural Nº 38

Imagen de Tapa: “Los árboles” de  Gaby Rubi [http://gabirubi.blogspot.com/]

Editorial

Un nuevo año, y un nuevo otoño. Las hojas caen -y también algunos árboles- con los golpes de la sudestada. Las noticias se repiten como cada año: árboles caídos, inundaciones, robos, políticos prometiendo, gente riendo sin gracia y mucha otra gente llorando sin lágrimas. Nada mejor que una poesía para darle aire a este año de campaña electoral:

La carga

Mi cuerpo estaba allí... nadie lo usaba.
Yo lo puse a sufrir... le metí un hombre.
Pero este equino triste de materia
si tiene hambre me relincha versos,
si sueña, me patea el horizonte;
lo pongo a discutir y suelta bosques,
sólo a mí se parece cuando besa...
No sé qué hacer con este cuerpo mío,
alguien me lo alquiló, yo no sé cuándo...
Me lo dieron desnudo, limpio, manso,
era inocente cuando me lo puse,
pero a ratos,
la razón me lo ensucia y lo adorable...
Yo quiero devolverlo como me lo entregaron;
sin embargo,
yo sé que es tiempo lo que a mí me dieron.

Manuel del Cabral

El editor

Cuento

Islas

—¡Qué maravilla, Porfirio! Desde que estoy aquí no puedo dejar de mirar esas islas. ¡Me dan vuelta, le juro que me dan vuelta la cabeza! ¡Son increíbles! Vistas así, de lejos, con ese poco de bruma, parecen tortugas gigantes. ¿Lo notó?
—Bueno, no sabría decirle, nunca las vi de esa manera.
—No se preocupe, es un comentario poético. Tómelo como eso, nada más, como un comentario poético. Es algo que me sale a veces. Me nace, le juro que me nace, así, de golpe, no puedo reprimirlo. Yo debo conservar todavía mis asombros de niña. Bien dicen que los poetas son hombres que han conservado ojos de niño. ¿Usted nunca hace comentarios poéticos? Confiese...
—Algunas veces sí, creo, no han de ser muchas.
—¡Anímese, hombre! ¡La humanidad entera sueña a través de sus poetas! Anímese con la poesía, que es para todos. No hay un alma, por simple que sea, que no esté preparada para la poesía. Piense en el cartero de Neruda. ¿Se acuerda de aquella película? ¡Tan linda! Con ese muchacho bruto que, sin haber ido a la escuela, era capaz de entender la belleza que emanaba de esos versos. Ponga un poco de imaginación, entonces, y va a ver las islas como las veo yo, como galápagos fantásticos. Es muy triste que usted viva acá, como vive desde que nació, frente al mar, y no sea capaz de observarlas de una manera más... ¿Cómo le diría...? No sé si me entiende.
—Puede ser. La verdad, eso que usted dice me confunde. Desde que yo recuerdo...
—Está bien, está bien, déjelo así, no voy a insistir con el tema. Me doy cuenta de que a veces hay que tener ojos de forastero para descubrir las cosas. Para el que las ve todos los días son de lo más comunes, no tienen nada de maravilloso. ¿Conoce el proverbio chino?: "Quien mira el cielo en el agua, ve peces en los árboles". Me parece que un poco tiene que ver con esto que le estoy diciendo. Es como una magia, ¿me comprende? La magia no es algo que esté en las cosas, sino que uno la lleva adentro y a veces..., a veces sale para afuera.
—Por supuesto.
—Ahora ayúdeme a levantarme, Porfirio, y vamos para la casa, que nos están esperando. Además refrescó y ya tengo hambre. Me parece que lo dejé pensando. ¿O me equivoco?
—No se equivoca, no. Sí que me dejó pensando. La ayudo.
Ella acomoda las piezas de su esqueleto y completa el difícil trámite de colocarse en posición erguida. Él la asiste en la maniobra con delicadeza. Después la toma del brazo y la guía por el empinado camino de la playa hacia el edificio de tejas.
Antes de entrar vuelve la vista atrás y alcanza a distinguir los caparazones inmensos levantándose en medio del agua. Se abren paso a través de la superficie rasgándola con dolor. Los pescuezos arrugados como rocas paleolíticas se estiran y obligan a las patas a avanzar pesadamente mar adentro, una vez más, a la caída del sol, como desde el principio de los tiempos. Al amanecer volverán de su monstruoso paseo.
Recuerda que su madre siempre decía que aquellas tortugas, vistas desde la playa, parecían islas. Averiguará si también eso es poesía.

Del “Libro de los prodigios”, de Ema Wolf 

Microrelatos

El viejo samurai
Leyenda Japonesa


Había una vez en el antiguo Japón, un viejo samurai , ya retirado que se dedicaba a enseñar el arte de la meditación a sus jóvenes alumnos. A pesar de su avanzada edad, corría la leyenda que todavía era capaz de derrotar a cualquier adversario.
Cierto día apareció por allí un guerrero con fama de ser el mejor en su género. Era conocido por su total falta de escrúpulos y por ser un especialista en la técnica de la provocación. Este guerrero esperaba que su adversario hiciera el primer movimiento y después con una inteligencia privilegiada para captar los errores del contrario atacaba con una velocidad fulminante. Nunca había perdido un combate.
Sabiendo de la fama del viejo samurai, estaba allí para derrotarlo y así aumentar su fama de invencible. El viejo aceptó el reto y se vieron en la plaza pública con todos los alumnos y gentes del lugar. El joven empezó a insultar al viejo maestro. Le escupió, tiró piedras en su dirección, le ofendió con todo tipo de desprecios a él, sus familiares y antepasados. Durante varias horas hizo todo para provocarlo, pero el viejo maestro permaneció impasible. Al final de la tarde, exhausto y humillado, el joven guerrero se retiró.
Los discípulos corrieron hacia su maestro y le preguntaron cómo había soportado tanta indignidad de manera cobarde sin sacar su espada, asumiendo el riesgo de ser vencido.
-Si alguien te hace un regalo y tu no lo aceptas, ¿a quién pertenece ese regalo? -preguntó el samurai.
-A quién intentó entregarlo -respondió un discípulo.
-Pues lo mismo vale para la rabia, la ira, los insultos y la envidia -dijo el maestro-, cuando no son aceptados continúan perteneciendo a quien los cargaba consigo.

La tortuga
Por: Leo Maslíah


Salí a caminar porque me sentía solo y el tedio me abrumaba. Afuera el sol resplandecía. Las nubes también pero más oscuros. Llegué al parque y me llené los bronquios de aire pura. Los ojos de los árboles se movían a impulso de una brisa fresca y delicado que hacía tintinear además los esqueletos de algunos insectos muertas contra fragmentos de botellas rotos. Me acerqué al lago y vi que una tortuga trataba de avanzar por el barro pugnando por llegar hasta el agua. No la dejé. Su caparazón era duro y su semblante inteligente y serena. Me la llevé para casa, a fin de paliar mi soledad. Cuando llegamos la puse en la bañera y me fui a buscar en la biblioteca un libro de cuentas para leerle. Ella escuchó atento, interrumpiéndome de vez en cuando para pedirme que repitiera alguna frase que le hubiese parecido especialmente hermoso. Luego me dio a entender que tenía hombre y ya me fui nuevamente al lago a buscar alga que le resultara apetecible. Recogí pasto y una planta de ojos verdes oscuras. También junté algún hormiga, por si acaso. De nuevo en casa, fui a llevar las cosas al baño, pero el tortuga no estaba allí. Lo busqué por todas partes, en el ropero, la refrigeradora, entre los sábanos, alfombras, vajillo, estantes, pero no hubo casa, no lo encontré. Entonces me vinieron deseos de ir al baño y los hice, pero cuando tirábamos la cadena comprobaste que el inodoro estaba tapada. Se les ocurrió entonces que the tortuga podía haberse metida allí. ¿Cómo rescatarlos? Salí de casa y caminé hasta encontrar una alcantarilla. Levantéi la tapa y me metisteis ahí. No habían luces. Caminéi. Los pies se me mojarán. Una rata morderói. Yo seguéi. "¡Tortuguéi, tortuguéi!", gritéi. Nodie contestoy. Avancex. Olor del agua no ser como la del lago. "¡Tortugúy, vini morf papit!", insistiti. Ningún resultoti. Expedición fútil.
Salí del cantarillo y en casa me limpí y me preparó cafés. Lo tomés a sorbo corta, mirondo televicián. En sópito ¿qué vemos in pantalla? Tortugot. "¿Cómo foi a parar alá?", le preguntete. Y ella dijome ofri con dichosa contestaçao: "No por Allah: Budapest. Corolarius mediambienst cardinal e input fosforest". A la que je la contesté "bon, but mut canalis et adeus, Manuelita".
"¡Nai, nai!", dictio tort, "eu program mostaza interesting".
"Demostric", pidulare.
Tons turtug bailó, candó, concertare, crobacía y magiares, asta que yo poli me zzz.

La gestión del miedo

Por: Paul Virilio

El uso actual de la tecnología conduce a una reactualización del totalitarismo. La velocidad es poder, poder de destrucción, poder que inhibe la posibilidad de pensar. En su último libro, La administración del miedo, el ensayista francés apunta hacia otro de los mecanismos de control político con que el poder gestiona las sociedades humanas: el miedo. Miedo a la bomba atómica, miedo al terrorismo, y el miedo verde, el temor ante el agotamiento de los recursos naturales y al desastre ecológico.
Las sociedades escatológicas, la camisa de fuerza tecnológica que los Estados pusieron en los individuos, la velocidad como factor totalitario y adormecedor, la irreflexión de los medios y el flujo interrumpido de imágenes y emociones tan instantáneas como universales pasaron a formar parte de nuestra realidad. Televigilancia, trazabilidad de los individuos, control de la información, procedimiento de simulación de la realidad para tapar lo real no son ideas negras sino la luminosa realidad que nos encandila. Virilio propone un antídoto irónico: crear un “Ministerio del Tempo” para, como en la música, regular los ritmos de la vida.

–La gestión del miedo –a la bomba, al desastre ecológico, al terrorismo, al de-sempleo, al inmigrante, a la inseguridad– se ha vuelto el principal instrumento de gestión política. De esa estrategia nació otra amenaza: la vigilancia, el seguimiento, la trazabilidad de los individuos. ¿Cuál es el punto central de esa reflexión?

–Debemos reflexionar sobre el ritmo. Como en la música, nuestra sociedad debe reencontrarse con el ritmo. La música encarna perfectamente una política de la velocidad. A través de los tempos, el ritmo, la música es la encarnación misma de la política de la velocidad. Debemos elaborar una musicología de la vida. El problema no consiste tanto en aminorar la velocidad, sino en inventar ritmos sociales, políticos o económicos que funcionen. De lo contrario terminaremos en la inercia, es decir, en la lentitud y la parálisis más grandes que las de las sociedades del pasado, las sociedades sedentarias, rurales. De hecho, no necesitamos una visión revolucionaria sino una suerte de fuerza de revelación.
Nos falta el ritmo. Todas las sociedades antiguas eran rítmicas: estaban la liturgia, las fiestas, las estaciones, la alternancia del día y de la noche, el calendario, etc., etc. Pero con la aceleración de lo real hemos perdido esta organización rítmica. Vivimos en una sociedad caótica. La velocidad redujo el mundo a nada. El mundo es demasiado pequeño para el progreso, demasiado pequeño para la instantaneidad, la ubicuidad. Esta es una de las grandes cuestiones políticas y uno de los grandes planteos de mañana en materia de derechos humanos.

Alegoría de la creación del Mundo

Legado Cultural Mapuche

En un principio kóoch el ser que siempre existió vivía rodeado por densas y oscuras neblinas, allá donde se juntan el cielo y el mar.
Pensando en la terrible soledad que le rodeaba el ser rompió a llorar, lloró durante muchísimo tiempo, tanto que es imposible calcularlo. De las lágrimas que brotaban de sus ojos se formó ‘arrok’, el Mar Amargo de las tormentas y las tristezas, primer elemento de la naturaleza. Cuando advirtió que el agua que brotaba de sus ojos seguía en constante aumento dejó de llorar y dio un profundo suspiro; ese suspiro dio origen a Xóchem, el viento que disipando las oscuras neblinas dio lugar al nacimiento de la claridad, igual que el día aparece después de la noche en el horizonte. Todo se iluminó y nació la alegría en Kóoch.
Un día, en medio del mar que sus lágrimas habían creado, Kóoch quiso contemplar su obra y vio que la luz no era suficiente. Enojado, levantó su brazo y sucedió que rasgó de lado a lado el velo de la penumbra encendiendo una gran chispa de fuego: Kóoch había creado a xaleshem, el sol, de cuya calidez al entrar en contacto con las aguas, nacieron las nubes. El viento empezó a jugar con ellas sarandeándolas por el cielo; con su risa alocada creó el trueno (katrú) y ellas, que lo amenzaban con la mirada, crearon el relámpago (lüfke).

Ecología y Salud

Por: Antonella Perasso y Lidia Perasso

LA ENFERMEDAD  DEL BESO

El nombre de esta enfermedad, que  es llamada también “fiebre  de los enamorados”, llevará a sonreír al lector y a pensar que sería bastante emocionante contagiarse y padecer esta patología .
Esta enfermedad, que científicamente  se denomina mononucleosis infecciosa, es producida por un virus de la familia de los herpes virus, denominado virus de  Epstein – Barr.
Seguramente, ya el lector habrá abandonado su sonrisa y se encuentra pensando que ha escuchado muchas veces sobre personas que la padecieron y no la pasaron tan bien sino que presentaron fiebre, mialgias o dolores musculares, garganta irritada, fatiga intensa, ganglios linfáticos inflamados, especialmente los cervicales e incluso bazo agrandado.  También esta enfermedad puede ser producida por citomegalovirus, también de la misma familia.
En 1964, los científicos británicos M.A. Epstein, Y.M.Barr y B.G.Achong encontraron y describieron por primera vez el virus. Este agente patógeno ataca las células de las glándulas salivales y los glóbulos blancos.
La transmisión de este virus se hace a través de la saliva en la que se mantiene vivo por varias horas.
La falta de higiene de tazas, vasos, cubiertos, etc.  produce el contagio. Otra forma es cuando algunas personas especialmente niños y adolescentes comparten bebidas del mismo vaso o botella. La costumbre de tomar mate con bombilla (¡que exquisitez!) también ayuda a la transmisión de la enfermedad.
El virus llega al organismo y luego de 30 a 50 días aparecen los síntomas.
El tratamiento es el alivio de los síntomas con analgésicos, reposo por el peligro de  ruptura del bazo y antivirales.
En la actualidad se está desarrollando una vacuna, la que le permitirá en los próximos años prevenirse de la romántica enfermedad.
Algunas sugerencias:
Lavar bien los objetos que están en contacto con saliva.
No compartir botellas  y vasos con otras personas.

Una propuesta interesante:
Cada persona debe tomar mate con su propio mate y bombilla. Esto nos permitirá compartir momentos especiales y necesarios de descanso pero no compartir los virus.

El error

Por: Liliana Bodoc

   El error..., nuestro padre repudiado. Por él, hoy andamos erguidos. Padre nuestro el error que transformó los chillidos en poemas, la piedra en hacha, y las crías en hijos. El error nos explica, y a nada le adeudamos tanto. Sin embargo, hoy le damos la espalda y jamás lo invitamos a la mesa porque nadie lo quiere en su familia. ¡Nada con el error! La cabecera es de los que aciertan. Y aciertan otra vez y siempre aciertan.
   Pero el error espera, padre nuestro, para tender la mano en el momento justo. Será cuando nos vea pálidos de acertar, dormidos de acertar, flojos y estériles, plastificados. Entonces llegará para invitarnos a salir del espejismo que nos cuesta la vida: el acierto perpetuo, frontera de la muerte, instancia suprema de la estupidez
   Caminará el error, como siempre lo ha hecho. Tras sus pasos un hombre va a sir...bal, un hombre va a si...blar. Un hombre va a silbar, equivocándose, bendito sea, una canción de amor.

Trabajar menos, ¿la solución a los problemas del planeta?

No, no se trata de un sueño. Un grupo de pensamiento de origen inglés argumenta que una semana de 21 horas laborales de hecho podría ser una solución a muchos de los problemas ambientales y sociales del planeta. 
Se trata de la Fundación para una Nueva Economía (NEF, por sus siglas en inglés), que lanzó un informe denominado 21 horas, Por qué una semana laboral más corta nos puede ayudar a todos a florecer en el siglo XXI. En él se explica de qué forma reduciendo las horas de los sobre-empleados se puede distribuir mejor el ingreso y lograr mayor bienestar para la población.
"Muchos de nosotros estamos consumiendo muy por encima de nuestras posibilidades económicas (léase endeudándonos) y más allá de los límites del medio ambiente, y aún así no logramos sentirnos mejor. Mientras tanto, otros sufren de pobreza y hambre", señala el estudio de NEF. 
"Avanzar hacia una semana laboral mucho más corta podría ayudar a romper el hábito de vivir para trabajar, trabajar para ganar, y ganar para consumir. [...] Mientras tanto, una semana de 21 horas podría ayudar a distribuir mejor el trabajo pago en forma más equitativa a través de la población". 
La premisa es simple: las personas que trabajan de más, con una semana laboral más corta podrían reducir el stress y mejorar su calidad de vida, ganando tiempo para vivir en forma más amigable con el planeta y concentrarse en valores emocionales y no materiales (practicando un consumo responsable).
 A su vez, aquellas horas recortadas podrían ser cubiertas por personas hoy desempleadas, que ganarían un ingreso, repartiendo de esta forma la riqueza en forma más equitativa. 
El estudio indica incluso que esto podría lograr una economía más robusta que no se sostenga en el crédito, pero reconoce que se trata de una idea que debería ser aplicada paulatinamente. Desde NEF indican que el documento intenta promover la discusión para avanzar a esta nueva realidad. 
Se trata de una idea simple pero realmente interesante. Si bien una implementación masiva y a niveles oficiales se vuelve algo complicada, ¿no podríamos cada uno comenzar a intentar reducir horas para dejar a otros la posibilidad de tener trabajo? ¿Dejar de 'vivir para trabajar, trabajar para ganar y ganar para consumir' y comenzar a trabajar para vivir? Temas que más allá de decisiones oficiales, dan para el pensamiento y la acción individual. ¿Qué opinan? 
Fuente: blogs.tudiscovery.com