sábado, 30 de julio de 2011

EL TIEMPO

Por: María Elena Mittelman

Estoy enojada con el tiempo, siento que me está estafando.

Yo sé que la vivencia del transcurso del tiempo es subjetiva e intransferible, y que no existen parámetros para medirla. Pero mal que bien, cuando se habla de un año, de una vuelta alrededor del sol, de un regreso al punto de partida del horóscopo, de haber pasado por otros dos solsticios y equinoccios, uno se hace a la idea de un lapso razonablemente largo, que no puede abarcarse como si fuera un instante.

Un año es un tiempo que incluye muchos días y noches, encuentros, olvidos, libros, melodías, lluvias, riesgos, sueños e insomnios, aromas, dolores, uñas rotas, miradas ensimismadas, olor a café por las mañanas, un timbre imprevisto, palabras sedientas de palabras, desesperaciones por esperar y por no esperar, voces que llegan y voces que no llegan, agua fresca y el calor del fuego, alguna risa incontenible, alguna lágrima, una orquídea nostálgica, una casi infinita gama de silencios, en fin....

Pero no sé qué fenómeno macabro lleva a que todo eso se triture, se deshaga, se compacte, se pulverice, y quede reducido a algo casi imperceptible, apenas una vaga e inestable creencia....Aquí es nuevamente primavera, y mi primavera anterior comenzó ayer, o como mucho la semana pasada, y tengo la certeza de que el ramillete de jazmines que he comprado hoy, estará aun blanco y fresco cuando comience la primavera próxima.

Sucede como en los cuentos para niños, nos ilusionan con magos, duendes, hechizos, y también nos vendieron el cuento de que el tiempo transcurre prolija y mansamente a nuestro lado, y es mentira..., corre salvaje, mucho más adelante, se va , se escapa, se pierde de vista...., y de pronto ya dio toda otra vuelta, y nos sorprende apareciéndose de pronto por la espalda, haciéndonos una morisqueta, poniéndose por un instante a la par de nosotros, y así....., cada vez mas rápido, gira y gira vertiginosamente en derredor ......

Me estafaron, me dijeron que la vida es larga.

También sé que no es cuestión de tanta queja, que a veces te roban porque te dejás robar, te olvidan porque no hacés nada para que germine el recuerdo. Y entonces me pregunto qué hice, o qué no hice, para que el tiempo me estafe con tanta impunidad.. Y también me pregunto qué sistema antirrobo, qué ingeniosa alarma podría instalar en mi cerebro, en mi sangre, en mis insomnios, para agarrarlo al ladrón con las manos en la masa, y encerrarlo, e impedirle que siga mareándome con sus aceleradas vueltas.Qué bueno sería condenarlo, obligarlo a que de ahora en más respete mi ritmo, me acompañe, sea mi amigo, camine serenamente junto a mí.

Aunque sospecho que no existe el juez que dicte esa condena. No es que quiera lavarme las manos, y echar culpas , pero me parece escuchar una risita burlona que proviene del rincón de los jazmines, y me parece ver cómo las agujas del viejo reloj a cuerda apenas disimulan sus provocativas piruetas, y la conocida foto familiar en blanco y negro se vuelve monstruosa, demasiadas caras inquietantemente parecidas a la mía y sin embargo ajenas, y yo misma cristalizada en mi sonrisa un poco boba a los 6 años, todos iguales, los vivos y los muertos, todo se abalanza y destruye cualquier utópico pensamiento mío de soborno, de penitencia, de perdón…

Recién era todo tan nítido y diferenciado..., y de pronto los jazmines blancos, el reloj verde, los grises de la foto que nunca llegan a ser del todo negros o del todo blancos (hasta eso del blanco y negro es mentira), terminan siendo una única masa absurda, cada vez más homogénea e informe, licuándose, derramándose, inundando en mí cualquier resquicio de esperanza o de memoria.

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