martes, 27 de septiembre de 2011

Cuando los pensamientos nos enferman o nos complican la vida

Juan estaba enamorado de Claudia, hasta demasiado se diría a juzgar por el grado de dependencia que había desarrollado hacia ella. Pero un día, inesperadamente, Claudia le dijo que quería cortar la relación. Juan quedó perplejo, tambaleó, pero se repuso. Y se olvidó de todo. Al menos eso parecía. Evitaba pensar en lo sucedido, tomaba cerveza con amigos cuando la tristeza amagaba aparecer, no lloró... aquí no ha pasado nada, se dijo.
¿Y esta mancha en la mano, de que será? La mancha se extendía y recrudeció, casualmente, cuando intentó una nueva relación con otra mujer. Le dijeron que era soriasis y lo medicaron. Pero no se iba..
Cuando atravesaba situaciones emocionales que inconscientemente conectaban con el dolor escondido de su experiencia pasada, la soriasis lo invadía, luego solo quedaba una marca. Casi un recordatorio. Pero eso sí, de Claudia no se acordó nunca más.
Tendemos a considerar como cosas totalmente aisladas al cuerpo y a las emociones. Vemos las enfermedades físicas como simples desajustes de una maquinaria susceptible a los ataques externos como virus, bacterias, condiciones climáticas o accidentes, pero habitualmente no evaluamos la implicancia de los factores psíquico-emocionales y de los pensamientos, en el surgimiento o la evolución de una cierta enfermedad, o en los acontecimientos de la vida. En la época actual, la vida anímica, el mundo de lo interno, se encuentra desprestigiado y desvalorizado. El énfasis está puesto en la adaptación a las condiciones de la vida laboral y profesional, a la consecución de metas y logros, a la competencia para conseguir un ascenso, a una actitud constante alerta y tensa. Esta es una de las condiciones que favorecen la aparición de las denominadas enfermedades psicosomáticas que lejos de ser las clásicas (asma, úlcera, colitis...) puede referirse a cualquier dolencia. Actualmente hay una enorme y rápida categorización de algunas de ellas como ‘depresión’ o ‘ataque de pánico’. Este último ya fue descripto a principios del 1900 por Freud, con el nombre de ‘ataque de angustia’. Ambas suelen ser tratados rápidamente con medicación, sin detenerse a observar los motivos de su aparición.
Existe la falsa creencia de que si ignoramos las emociones que nos provocan sufrimiento, nos volvemos más fuertes, el malestar desaparecerá y olvidaremos lo sucedido. En general ocurre lo contrario. El suceso-pensamiento-emoción que escondemos, desconociéndolo, genera sus efectos. Es posible tomar otro sendero.
Revisar las creencias y puntos de vista que funcionan en nosotros, aunque no sepamos cuáles son, y que se activan frente a los acontecimientos de la vida, como el fin de una o pareja, un despido laboral, un accidente. Cuestionar las afirmaciones que hacemos de nosotros mismos, esos pensamientos que nos decimos en silencio (por ej. ‘siempre tengo mala suerte’ o ‘me toman de tonto porque soy bueno’, o ‘soy débil’) y que dirigen nuestra vida sin que lo sepamos. Una enorme cantidad de elecciones que hacemos en la vida se derivan directamente desde la posición subjetiva en que estamos ubicados en función de esos ‘pensamientos silenciosos’.
La sensación de sentirse traicionado por el destino, cristalizada en la pregunta ¿por qué tenía que tocarme esto a mí? no suele llevar a ningún lado. En cambio preguntarnos sobre lo que nos sucede, sobre todo cuando son experiencia que se reiteran a lo largo de la vida, puede abrir puertas a un modo de vivir más pleno y con menos sufrimiento.


Lic. Héctor Frattini (psicólogo – psicoanalista) M.P. N° 19849 - Tel : 4374-3863
hectorfrattini@yahoo.com.ar

No hay comentarios:

Publicar un comentario