lunes, 30 de julio de 2012

Editorial


Comparto una cita y una poesía para despertar los brotes, para que las semillas bajo tierra recuerden el camino hacia el sol y crucen el laberinto, creyendo en el camino, sabiéndose semillas.

“Aquí, en esta barca, por ejemplo, mi antecesor fue un hombre, un santo que durante muchos años creyó simplemente en el río, en nada más. Notó él que la voz del río le hablaba; de ella aprendió. Ella lo educó y lo enseñó. El río parecía un dios. Durante muchos años ignoró que todo viento, nube, pájaro o escarabajo es igualmente divino y sabe y puede enseñar tanto como el río. A pesar de esto, cuando ese santo se marchó hacia los bosques, lo sabía todo, más que tú y yo, sin maestros, sin libros, sólo por medio de su fe en el río.”

 Del libro Siddhartha, de Herman Hesse

Yo en el laberinto 
(De Liliana Bodoc) 
        Como la vida, el laberinto
        se envuelve sobre un eje misterioso.
        Termina donde dobla.
        Se quiebra, zigzaguea,
        desanda en espiral y avanza en círculo.
        Gira sin avisar que la línea se enrieda
        en un nudo ovillado que no empieza.
        Continúa y se junta en el centro de un lazo que intersecta un camino bifurcado.
        Se mete en la madeja de curvas paralelas cortadas por un eje
        de trayectoria recta.
        Propone cinco ángulos
        en diagonal trazados
        para encontrar el centro
        del paralelogramo.
        Parecido a la vida, el laberinto
        no está señalizado.
        Por eso es conveniente recordar
        que no siempre el atajo es el atajo.
        Y caminarlo lento,
        sin correr tras la prisa
        porque al final de día, comprendemos:
        fue mejor el andar que la salida.
El editor

No hay comentarios:

Publicar un comentario