jueves, 26 de noviembre de 2009

Editorial Diciembre 2009

De ella se dicen tantas cosas y en su nombre se hacen otras tantas, que a veces da vergüenza confesar que el corazón late con fuerza de solo pensarla, nombrarla… Sin embargo, ella no tiene la culpa, es solo una palabra más en la mandíbula feroz de esta enorme picadora de carne y sueños.
Etimológicamente, parece provenir de diversas raíces, de hecho tal vez no sea posible establecer quienes fueron los primeros en nombrarla. Pero existe en innumerables lenguas y habita en todos los cuerpos.
Aparece en la danza cotidiana de todas las cosas. Se percibe en el genio de los artistas y se contagia y expande como una plaga, como un hermoso secreto echado a rodar en miles de oídos.
Tras ella viajaron y viajan infinidad de navegantes, quienes han podido tocarla dicen que esa palabra tiene un sonido universal porque habla su propio idioma, ese que viene del corazón, el mismo que estalla de solo pensarla.
De la libertad, de ella hablamos.

Pájaros prohibidos

Los presos políticos uruguayos no pueden hablar sin permiso, silbar, sonreír, cantar, caminar rápido, ni saludar a otro preso. Tampoco pueden dibujar ni recibir dibujos de mujeres embarazadas, parejas, mariposas, estrellas ni pájaros. Didoskó Pérez, maestro de escuela, torturado y preso "por tener ideas ideológicas", recibe un domingo la visita de su hija Milay, de cinco años. La hija le trae un dibujo de pájaros. Los censores se lo rompen a la entrada de la cárcel. Al domingo siguiente, Milay le trae un dibujo de árboles. Los árboles no están prohibidos y el dibujo pasa. Didoskó le elogia la obra y le pregunta por los circulitos de colores que aparecen en las copas de los árboles, muchos pequeños círculos entre las ramas:

¿Son naranjas? ¿qué frutos son?

La niña lo hace callar:

Ssshhhhh

Y en secreto le explica:

Bobo ¿no ves que son los ojos? Los ojos de los pájaros que te traje a escondidas.

Eduardo Galeano (1976) del libro "Días y noches de amor y de guerra"

El editor

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