miércoles, 27 de octubre de 2010

Microrelatos

Lista negra
Por: Liliana Bodoc


Tan temprano para amanecer, ¿o seremos nosotros, apurados por ir a la panadería? El panadero debe estar cantando, dicen que canta antes de amasar... No importa, lo esperamos. Y mientras tanto, con este lápiz chiquito como vos, vamos a hacer la lista de las compras. Vení, sentáte cerca. Así, mientras escribo, te beso la cabeza. Ante todo otro lápiz habría que comprar porque a este apenas si lo agarro. No te duermas de nuevo y ayudáme. Es una lista larga...
Vamos a ver... Naranjas, no es el tiempo. Zapallo..., no se puede. Porque últimamente los zapallos tomaron la costumbre de abrir los ojos justo cuando una va a clavar el cuchillo, y da lástima. Está el tren de juguete, ese de la vidriera donde siempre pasamos. Pero mejor que no, porque sos muy chiquito. Te subís a un vagón y yo tengo que descoser las vías para que el tren se pare.
Tan pronto es mediodía. ¿O seremos nosotros...?
El panadero debe estar juntando miga con miga en la yema del dedo. No importa, lo esperamos.
Tomates, no es el tiempo. Azúcar, no es el tiempo. ¡Pan con manteca...! Pero te ensuciás. Pan, nomás, sin manteca.
Se fue la luz ¿Tanto apuro para atardecer?
El panadero debe estar soñando una bolsa de harina rubia y de ojos celestes. Mirá, ni empecé y el lápiz ya se muere de cansancio. Mejor vamos mañana a comprar pan.
¿Por qué llorás ahora?, si mañana compramos. ¿Sabés que pasa? Yo me equivoqué. ¿Cómo vamos a empezar por comprar pan? Antes tenemos que comprar un peso.
Es muy fácil, mañana bien temprano compramos un peso para comprar pan. ¿Sabés quién me lo dijo? El ruido de tu panza. Que descanses.

El origen de las especias
Esteban Lijalad


En 1423 el naturalista friso Bartlomew Kreins demostró que la única posibilidad de explicar semejanzas y diferencias entre el clavo de olor y la canela era considerando a ambas como subespecias de una especia originaria, de la cual provienen todas las demás.
Esta especia originaria debería tener en potencia todas las características que las especias hijas desarrollarían más adelante. Ser, al mismo tiempo, dulce, agria, fragante, salada, amarga, ácida, etc. Y debería ser oriunda de un rincón del Mundo que reuniera todas las características posibles: ser llano y montañoso, seco, cálido, húmedo, frío, ventoso y calmo.
Entusiasmado por sus descubrimientos, pasó el resto de sus días buscando ese lugar originario, que supuso el Paraíso terrenal.
Años más tarde, un emprendedor marino genovés —que leyó sus escritos de forma algo apresurada— se empeñó en buscar el lugar primigenio más allá del mar Océano, al oeste de toda tierra conocida.
Creyó encontrarlo en una isla del Trópico que, según el marino «olía de lejos a todo lo posible: lo que existe y lo que aún no ha sido creado».
Este aserto le costó la excomunión, ya que conmovía el relato bíblico según el cual todas las especias fueron creadas de una vez y para siempre por la Divina Providencia.
Murió desterrado en la isla caribeña, repitiendo a quien quisiera escuchar que «sin embargo, aquí nacen continuamente nuevas especias» (eppur nascent novum speciae).

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