viernes, 3 de mayo de 2013

Poesía porque sí


Por: Julio Cortázar




Sueñe sin miedo, amigo.

Poco le quedaría al corazón si le quitáramos su pobre

noche manual en la que juega a tener casa,

comida, agua caliente,

y cine los domingos.

Hay que dejarle la huertita donde cultiva legumbres;

ya le quitamos los ángeles, esas pinturas doradas,

y la mayoría de los libros que le gustaron,

y la satisfacción de las creencias.

Le cortamos el pelo del llanto,

las uñas del banquete, las pestañas del sueño,

lo hicimos duro, bien criollo,

y no lo comerá ni el gato

ni vendrán a buscarlo entre oraciones

las señoritas de la Acción Católica.

Así es nomás: sus duelos

no se despiden por tarjeta,

lo hicimos a imagen de su día y él lo sabe.



Todo está bien, pero dejarle un poco

de eso que sobra cuando nos atamos

los zapatos lustrados de cada día;

una placita con estrellas, lápices de colores,

y ese gusto en bajarse a contemplar un sapo o un pastito

por nada, por el gusto,



a la hora exacta en que Hiroshima

o el gobierno de Bonn o la ofensiva

Viet Mihn Viet Nam.

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