domingo, 28 de junio de 2009

Microrelato

Alumbramiento
Por: Oscar Fortuna (www.geocities.com/neoimaginante)

Soledad caminaba desnuda por la calle. Se paraba cada diez segundos para no caerse al pozo que la rodeaba. Apenas tenía el espacio suficiente para poner sus piececitos en el barranco. Demasiadas pastillas esa noche. Le habían crecido unas alas de ángel como las que siempre quizo tener para escaparse lejos de todo. Pero de repente cayó y nadie estuvo abajo para sostener su caída.
Ahora estaba muy dolorida, podía ver como su piel se erizaba frente a los ojos de otros, pero sólo veía ojos, ojos que miraban y no le sacaban la vista de encima. _¡Basta dejen de mirarme, dejen de mirarme!_ Estaba ahí acurrucada contra unas piedras muy calientes, como si tuvieran fuego adentro, y la piedra comenzó a rajarse como una cáscara y de allí salió un dragón llorando como un bebé. Ella se aferró a su cuello y se fueron volando juntos lejos de ese infierno.
Cuando despertó estaba en la camilla de un hospital llena de cables y tubitos que no la dejaban hablar ni moverse. Quería recuperar las alas, las alas del ángel de Soledad.
Él la está mirando, y sabe que esos enormes ojos color miel no lo están mirando a él. Soledad sigue volando y se escapa de su espacio, él grita desesperado, con los ojos rotos de lágrimas, pero ella ya no escucha nada, por fin pudo escapar para siempre de su cárcel de piel.

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