Imagen de Tapa: “Sopa de Letras” de Soledad Mansilla.
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POEMAS DE "PERSISTENCIA DEL ÁRBOL"
de Marcelo Villa Navarrete
1 Si la sangre no anega el desierto, si no hierve la saliva al cruzar el laberinto, si por la hojarasca no ruedan los ojos, entonces no.
2 Surco de neón, río invisible que brama y no cesa; cantar de cerezos, efluvio de seda y alabastro; sol siamés que germina e incendia un bosque.
3 No este cuerpo que extravió la lluvia, no estas manos invisibles desgarrando la sangre, no estos gritos que lamen los talones, no este hedor a mañana de agujas recobradas, no este nombre, no esta prisa, no el silencio.
4 Este y otros rostros. El bufido de cada peldaño al rozar el acantilado. Una sola mortaja de pétalos hilvanada con vinagre y rocío. Embarcaciones con velas de hielo. Este y otros pasos. Los sauces se recuestan en la espesura. Silencio.
5 Quién ha deslizado sus dedos en orquídeas de invisibles pétalos, quién ha tensado el arco y dispuesto la flecha para horadar la pulpa, quién era miel y hundió su lengua en miel.
6 En mis manos usted devenía en pluma, en camelia, en bolsa de té. De cada beso usted huía mas quedaba su sonrisa. Y una vez, la última, usted entró, buscó refugio en mis costillas. Corrí aullando entre campanarios y bocinas de automóviles: la sangre hervía y ya era tarde, siempre fue tarde: usted bebió silencio y no resbaló de mí.
7 Estas sábanas de soterrados pinceles, este azufre sobre lámparas, este vórtice desecho, yo.
8 Mírame: no pedí ese árbol desangrado (¿era sangre del árbol o de mis ojos?), pero como tantas veces subí, ebrio de sal y pétalos, y procuré no escuchar el latir del viento. En realidad fue solo un estribillo, cada vez más nítido y vacío, y el hambre de caer, apagarse, ser mis escombros, y decir: mírame.
9 Ni el ardor o el hielo de sus cejas, ni el páramo de su pecho, ni el eclipse surcado en su ombligo. Sí sus pies y sus manos de hostia, sí la leche de sus labios, sí el trigo derramado en su cintura.
10 Cae fría, ciega, exhausta, la luna, sobre estos cuerpos que solo saben inflamarse, reconocerse a oscuras, subir al dolor.
La verdadera importancia
Por: Paulo Coelho
Jean paseaba con su abuelo por una plaza de París. A determinada altura vio cómo un cliente increpaba a un zapatero por determinado defecto que presentaba su calzado. El zapatero escuchó con calma las quejas, pidió disculpas y prometió reparar el error.
Pararon para tomar un café en un bar. En la mesa de al lado, el camarero le pidió a un hombre que moviese un poco la silla para hacer espacio. El hombre soltó toda una retahíla de improperios, y se negó.
-Nunca olvides lo que acabas de ver – le dijo a Jean su abuelo -. El zapatero aceptó las reclamaciones, mientras que este hombre de nuestro lado no ha querido moverse. A los hombres útiles, que hacen algo útil, no les incomoda que los traten de inútiles. Pero los inútiles siempre se creen importantes, y esconden toda su incompetencia detrás de la autoridad.
Vengo
de un huevo o cigota
de un adentro
de algo
adentro
no sé
si tenía vasos comunicantes
o membrana porosa
era un ombligo
era pelusa
de mí
tibia y fruncida
enrulada era
como una vaina
como una chaucha
era
hermosísima
una alga
fosforescente
y era ciega
no necesitaba ojos
para saberme
con mis propios pelitos
me acariciaba
conocía
hasta la risa
inventé
era cosquilla
(claro que eso no lo sabía)
Y lo increíble
lo más bello
era cómo
de cada sortija
seguía naciendo.
Era panadero
suave
volador
me desprendí de mi tallo
y asi vengo
estoy llegando
algo cansada
despeinada
el trajín los vientos
¿me dicen que estoy pelada?
¿arrugada por el costado?
Soy cascarita
pancita seca
me rasco y
ops!
soy semilla
Huevo, pelusa,
chaucha y panadero:
fue lindo
tantos lugares
¡cómo me hicieron andar!
Me voy yendo
estoy muerta
de sed y calor
redondita
ruedo
hasta la tierra
qué sueño
una siestita
no me acuerdo,
¿ qué decía?
¿qué decía? Primera persona
La carga
Mi cuerpo estaba allí... nadie lo usaba.
Yo lo puse a sufrir... le metí un hombre.
Pero este equino triste de materia
si tiene hambre me relincha versos,
si sueña, me patea el horizonte;
lo pongo a discutir y suelta bosques,
sólo a mí se parece cuando besa...
No sé qué hacer con este cuerpo mío,
alguien me lo alquiló, yo no sé cuándo...
Me lo dieron desnudo, limpio, manso,
era inocente cuando me lo puse,
pero a ratos,
la razón me lo ensucia y lo adorable...
Yo quiero devolverlo como me lo entregaron;
sin embargo,
yo sé que es tiempo lo que a mí me dieron.
Manuel del Cabral