lunes, 30 de mayo de 2011

Monserrat Cultural Nº 41

Imagen de Tapa: “Sopa de Letras” de Soledad Mansilla.
http://coordenadasimperfectas.blogspot.com/

Editorial

Cansado de tanta contienda electoral, de tanta palabra vacía de algunos que buscan desesperadamente el voto; esta vez tomo un respiro y comparto con ustedes un poco de poesía; porque el alma también necesita de brisa fresca que alivie su andar.
El editor

POEMAS DE "PERSISTENCIA DEL ÁRBOL"
de Marcelo Villa Navarrete

1 Si la sangre no anega el desierto, si no hierve la saliva al cruzar el laberinto, si por la hojarasca no ruedan los ojos, entonces no.

2 Surco de neón, río invisible que brama y no cesa; cantar de cerezos, efluvio de seda y alabastro; sol siamés que germina e incendia un bosque.

3 No este cuerpo que extravió la lluvia, no estas manos invisibles desgarrando la sangre, no estos gritos que lamen los talones, no este hedor a mañana de agujas recobradas, no este nombre, no esta prisa, no el silencio.

4 Este y otros rostros. El bufido de cada peldaño al rozar el acantilado. Una sola mortaja de pétalos hilvanada con vinagre y rocío. Embarcaciones con velas de hielo. Este y otros pasos. Los sauces se recuestan en la espesura. Silencio.

5 Quién ha deslizado sus dedos en orquídeas de invisibles pétalos, quién ha tensado el arco y dispuesto la flecha para horadar la pulpa, quién era miel y hundió su lengua en miel.

6 En mis manos usted devenía en pluma, en camelia, en bolsa de té. De cada beso usted huía mas quedaba su sonrisa. Y una vez, la última, usted entró, buscó refugio en mis costillas. Corrí aullando entre campanarios y bocinas de automóviles: la sangre hervía y ya era tarde, siempre fue tarde: usted bebió silencio y no resbaló de mí.

7 Estas sábanas de soterrados pinceles, este azufre sobre lámparas, este vórtice desecho, yo.

8 Mírame: no pedí ese árbol desangrado (¿era sangre del árbol o de mis ojos?), pero como tantas veces subí, ebrio de sal y pétalos, y procuré no escuchar el latir del viento. En realidad fue solo un estribillo, cada vez más nítido y vacío, y el hambre de caer, apagarse, ser mis escombros, y decir: mírame.

9 Ni el ardor o el hielo de sus cejas, ni el páramo de su pecho, ni el eclipse surcado en su ombligo. Sí sus pies y sus manos de hostia, sí la leche de sus labios, sí el trigo derramado en su cintura.

10 Cae fría, ciega, exhausta, la luna, sobre estos cuerpos que solo saben inflamarse, reconocerse a oscuras, subir al dolor.

El Contrato tácito del "mundo libre"

He aquí el contrato que cada uno firma cada mañana simplemente por levantarnos y no hacer nada.
Poco importa nuestras creencias o nuestras ideas políticas, el sistema instaurado en nuestro mundo libre reposa sobre el acuerdo tácito de una especie de contrato realizado con cada uno de nosotros. Aquí el texto que nunca has leído, pero que sin saberlo has firmado:

1) Acepto la competencia como la base de nuestro sistema, aunque soy consciente de que esta operación crea frustración e ira en la gran mayoría de los perdedores.

2) Estoy de acuerdo en ser humillado o explotado, siempre y cuando no se modifique la vida a la que estoy acostumbrado, aunque incluso eso signifique humillar o explotar a alguien que ocupa un lugar más bajo en la pirámide social.

3) Acepto la exclusión de los inadaptados, marginales y de los endebles, porque creo que la gestión de la sociedad tiene sus límites.

4) Estoy de acuerdo en pagar a los bancos de mi salario para que ellos inviertan los ingresos obtenidos a su conveniencia, y además no deberán reintegrarme nada de sus enormes beneficios (que usarán para robar a otros países pobres, y a este mismo, lo que se acepta implícitamente). También acepto que me cobren una alta comisión por prestarme dinero que es, además, de otras personas.

5) Acepto que se congelen y se tiren toneladas de alimentos para mantener los precios del mercado o manipular la economía, en lugar de ofrecerlos a millones de personas que sufren y mueren de hambre cada día.

6) Estoy de acuerdo en que esté prohibido poner fin a su vida rápidamente, sin embargo, puedo tolerar que se haga lentamente, con la ingestión o inhalación de sustancias tóxicas permitidas por los gobiernos.

7) Acepto que se haga la guerra para mantener la paz…

8) Estoy de acuerdo en que se divida a la opinión pública mediante la creación de partidos políticos de izquierda y derecha que pasarán su tiempo peleándose, ya que esto me da la impresión de que hay “gobernabilidad”, y se están ocupando de mí. Acepto también toda clase de divisiones posibles, siempre que me permitan localizar un “enemigo” designado y focalizar mi enojo y frustración en él.

9) Estoy de acuerdo en que el poder de moldear la opinión pública esté en manos de especuladores no elegidos democráticamente y completamente libres de controlar a los gobiernos, porque estoy convencido de la buena utilización que ellos hacen de esto, además si sale en los “medios” debe ser verdad.

10) Acepto la idea de que la felicidad se reduce a la comodidad, el consumo, el sexo, y la libertad de poder satisfacer todos los deseos, porque eso es lo que la publicidad repite todo el día. Cuanto más infeliz me siento, más consumo: Así puedo cumplir mi papel en el sistema contribuyendo al buen funcionamiento de nuestra economía.

11) Estoy de acuerdo en que el valor de una persona se mida por el tamaño de su cuenta bancaria, y que se aprecie su utilidad en función de su productividad más bien que por su calidad y creatividad, y que se la excluya del sistema si no es productiva.

12) Estoy de acuerdo en que se pague generosamente a los jugadores de fútbol y a “gente del espectáculo”, y mucho menos a los maestros y a los médicos, encargados de la educación y la salud de las generaciones futuras.

13) Acepto que excluyamos (depositemos) a los “mayores” en lugar de beneficiarnos de sus experiencias y sabiduría, que como sabemos, en nuestra sociedad moderna y altamente evolucionada, eso no sirve de mucho.

14) Acepto que me presenten noticias negativas y aterradoras del mundo todos los días, así puedo apreciar lo normal de mi situación y la suerte que tengo de que a mi eso no me suceda. Sé que mantener el miedo en nuestra mente no sólo es normal sino que además puede ser beneficioso para nosotros.

15) Estoy de acuerdo en consumir alimentos tratados con hormonas, sustancias “químicas” y pesticidas sin que explícitamente me lo aclaren. Estoy de acuerdo en que los cultivos transgénicos se propaguen, permitiendo que los grandes monopolios (como el “pool” de siembra) se beneficien con patentes, jugosos dividendos y privilegios, manteniendo bajo su yugo a la agricultura mundial, y obviamente al pequeño y mediano productor.

16) Acepto que los bancos internacionales presten dinero a los países desfavorecidos (como Argentina) y que al no poder pagar los intereses usureros, no solo les de el derecho a intervenir en la política “interior” del país, sino además a quedarse con sus recursos.

17) Estoy de acuerdo en que las multinacionales no apliquen los avances sociales de los países “más desarrollados” en los países más pobres (como Argentina). Considerando que ya es “un regalo” que las personas puedan trabajar, aunque sea como esclavos, incluso está bien que se sirvan de las leyes existentes en estos países para que niños y mujeres trabajen en condiciones inhumanas y precarias. En nombre de los derechos del hombre y del ciudadano, no tenemos porque intervenir.

18) Estoy de acuerdo en que los políticos puedan ser gente de dudosa honradez e incluso corruptos. Que gocen de inmunidad, buena paga y de otros privilegios. Para el resto, está bien que no haya tolerancia ni privilegios.

19) Estoy de acuerdo en que las empresas farmacéuticas experimenten, especulen y vendan medicamentos, incluso si esto representa negociar con la salud de la población, y también que los fabricantes de alimentos vendan sus productos obsoletos o que usen sustancias cancerígenas que deberían estar prohibidas.

20) Acepto la búsqueda, a toda costa, del beneficio económico como el objetivo supremo de la humanidad, y la acumulación de riquezas como la realización de la vida humana.

21) Acepto la destrucción de los bosques, la virtual desaparición de los peces de los ríos y océanos. Acepto el aumento de la contaminación industrial y la propagación de venenos químicos y elementos radioactivos en la naturaleza. Acepto el uso de todo tipo de aditivos químicos en mi dieta porque estoy convencido de que si los ponen es por que son útiles y seguros, por otra parte, es lo que hacen “todos”.

22) Acepto esta situación, y admito que no puedo hacer nada para cambiarla o mejorarla.

23) Acepto ser tratado como ganado, porque de todas formas, creo que no valgo más que eso.

24) Estoy de acuerdo en no hacer preguntas, ignorar todo esto y no crear una oposición real, porque estoy muy ocupado con mi vida y mis preocupaciones. Acepto, incluso si no me lo piden, defender a muerte este contrato.

25) Por lo tanto, acepto, de plena conciencia, y por último, la triste matriz que ponen delante de mí, aunque esta me impida ver la realidad de las cosas. Sé que lo hacen por mi causa y la de todos, gracias.

Si estás en contra, todavía puedes poner en práctica los recursos de la amistad y el amor, la fraternidad y la responsabilidad compartida, pensar, diseñar, construir y ser atrevidos, sin miedo y sin dejarse abusar. Todo retraso nos acerca más a la nada.

Poesía porque sí

Por: María Elena Mittelman

QUIZÁS

Quizás  deba mostrar
un poco más de mi cansancio,
con una sonrisa
decir
no puedo,
y embarcada en mi nave de lejanía
y viento,
volver
a cruzar los túneles celestes  de mis ojos
hasta el punto de dolor y olvido
donde quedé cautiva,
enredada
en una curva de la infancia.


A la edad que tenemos,
hay que sumarle
el tiempo que nos arrebató la desmemoria.

Breves e infinitos años iniciales, 
herméticos a todo intento
de relato,
a la vez clave y misterio,
burbuja prehistórica
en la que dicen que fuimos
improbablemente felices.

A la edad que tenemos
es bueno saber si fue conquista o fue derrota
el tiempo que nos arrebatò la fantasía.

Somos ciudades de postguerra,
largamente doloridas e íntimas.
Pero al final del dolor,
en el sitio del recuerdo
sólo queda el recuerdo de una sombra.
Y las sombras son livianas
y  libres.


A la edad que tenemos
hay que devolverle
el tiempo que nos arrebataron  la condena y la culpa.

Porque los plazos prescriben
y  a esta vida sin caràtula
debiéramos quererla y abarcarla
en toda su extensión sobreseída. 
Debièramos ejercer el derecho al desapego,
que no es desamor,
Y perdonarnos.


A la edad que tenemos
hay que restarle
cada instante que podamos arrebatar a los lamentos.

A  cambio,
las manos estarán menos crispadas,
el cuerpo se dejará acunar por el sillón antiguo,
buscaremos la vieja taza azul
que nos acompañó en tantas esperas
exhalando aromas.
Y el tiempo será de limón y de canela.

viernes, 29 de abril de 2011

Monserrat Cultural Nº 40

Imagen de Tapa: “Melly Mug” de Katiku

Editorial

Leyendo una revista encontré este cuento que representa muy bien algunas conductas y reacciones que muchos constatamos cotidianamente. Lo comparto con ustedes, esperando que se multiplique en todos la actitud del zapatero.

El editor

La verdadera importancia
Por: Paulo Coelho


Jean paseaba con su abuelo por una plaza de París. A determinada altura vio cómo un cliente increpaba a un zapatero por determinado defecto que presentaba su calzado. El zapatero escuchó con calma las quejas, pidió disculpas y prometió reparar el error.

Pararon para tomar un café en un bar. En la mesa de al lado, el camarero le pidió a un hombre que moviese un poco la silla para hacer espacio. El hombre soltó toda una retahíla de improperios, y se negó.

-Nunca olvides lo que acabas de ver – le dijo a Jean su abuelo -. El zapatero aceptó las reclamaciones, mientras que este hombre de nuestro lado no ha querido moverse. A los hombres útiles, que hacen algo útil, no les incomoda que los traten de inútiles. Pero los inútiles siempre se creen importantes, y esconden toda su incompetencia detrás de la autoridad.

Historia del chajá y de la buena prensa

Historia del chajá y de la buena prensa
Por Gustavo Roldán


—¡Minga! —gritó el Diablo—. ¡A mí no me van a echar la culpa de todas las porquerías que pasan en el mundo! ¡Ya me tienen podrido!
El pobre Diablo tenía razón. Si había llovido demasiado, era culpa del Diablo; si la sequía se venía larga, era cosa del Diablo; si llegaba la peste, el Diablo había metido la cola.
Y cuando algo ponía contentos a los hombres, meta dar gracias a Dios y a todos los santos.
—¡Carajo, carajo y tres veces carajo! ¡Lo que es tener buena prensa! ¡Pero esto no va a quedar así!
Y se sentó a meditar en un brasero encendido.
Pensó y pensó, pero estaba demasiado enojado para tener buenas ideas.
—Mejor me preparo unos amargos.
Y se levantó del brasero para poner la pava.
Como era de imaginar, el agua se le calentó de más, la yerba se lavó y no se quemó la lengua simplemente porque el Diablo no se quema con un mate caliente.
Al final respiró hondo, contó hasta siete mil, porque contar hasta diez no alcanza para un buen Diablo, y se tranquilizó un poco.
—Hay que tomar al toro por las astas —se dijo—, y lo vamos a hacer ya mismo.
Ahí nomás se comunicó con Dios y le pidió una cita para discutir algunos asuntos.
—¡Cómo no! —le dijo Dios—. Venite cuando quieras y charlamos un rato.
—¡Eso sí que no! ¿No sabe lo que pueden llegar a decir si ven a un diablo en el cielo? ¿Por qué no viene usted a visitarme?
—¿Y las habladurías? ¿Te imaginás lo que puede decir la gente si se entera que yo estuve en el infierno? También tengo que cuidar la imagen, uno se debe a su público.
—Tiene razón. Mejor busquemos un lugar neutral.
—Es lo mejor —dijo Dios—. ¿Qué te parece si nos encontramos en la Tierra? De paso echamos un vistazo a las cosas de la gente.
Y así fue. Una semana después se encontraron en la Tierra. Por supuesto, los dos disfrazados de hombres, porque no era cuestión de que no los dejaran charlar pidiéndoles autógrafos. Ya se sabe lo que pasa con los que son famosos.
Para mayor tranquilidad, y porque a los dos les gustaba pasear por el campo, se metieron por un caminito perdido y caminaron y caminaron.
El Diablo no se anduvo con vueltas y de entrada nomás planteó todas sus discrepancias con lo que andaba pasando.
Dios lo escuchó atentamente, sin distraerse con los pajaritos que pasaban volando ni con el color de las flores. Al final le dijo:
—Creo que tenés bastante razón, pero no hay que olvidar que aquí yo soy el bueno y vos sos el malo. Además, tan pero tan inocente no sos. Mirá que nos conocemos bien.
—Sí, don Dios, pero las cosas tienen un límite. Acuérdese de la historia del diluvio y del arca de Noé. Yo no fui el que los ahogó a todos los hombres. No voy a negar que saqué mis ventajas, si era un gusto ver como llegaba gente al infierno. Fueron días de fiesta para mí.
—Me imagino —dijo Dios mordiendo un palito.
—Tampoco tuve nada que ver con la destrucción de Sodoma y Gomorra. Ni yo hubiese sido tan duro. No fue un trabajo muy limpio, digo, pensando en los chicos y en los recién nacidos.
—Vamos, vamos, que también sacaste tus ventajas.
—Sí, pero yo voy a otra cosa. A mí también me preocupa el prestigio personal, y la gente me echa la culpa de cosas con las que no tengo nada que ver.
—Diablo, Diablo, somos pocos y nos conocemos. Si sabré tus historias.
—No le estoy cuerpeando a mis historias, digo que me echan la culpa de algunas que son suyas. Usted también se toma sus venganzas.
—¿Yo? —dijo Dios mordiendo fuerte su palito.
Ya habían caminado mucho y tenían un poco de sed.
En ese momento llegaron a la orilla de un río donde dos lavanderas estaban enjabonando un atado de ropa.
Vaya a saber con qué facha estarían disfrazados Dios y el Diablo porque las lavanderas, apenas los vieron, comenzaron a reírse.
Dios, con toda educación, dijo:
—Somos dos viajeros con sed, ¿nos convidarían un jarro de agua?
—Claro que sí —dijo una de las lavanderas, y le alcanzó un jarro con agua jabonosa mientras la otra se reía a más no poder.
—Desde ahora ustedes serán pura espuma, como el agua que me dieron —dijo Dios.
Y las dos mujeres salieron volando, convertidas en chajás.
—Linda prueba —dijo el Diablo—. Muy linda prueba, digna del mejor mago. Yo admiro su habilidad, ¿pero se acuerda de lo que veníamos hablando? Ahora también me van a echar la culpa a mí.
—No, nadie te va a echar la culpa. Van a decir que fue un castigo ejemplar para los que no fueron capaces de calmar la sed de un viajero. Cualquiera sabe que a nadie se le niega un vaso de agua.
—¿Sabe, don Dios? Ahí es donde yo lo envidio. En cómo consigue usted tener tan buena prensa.

Del libro Cuentos con plumas y sin plumas (Editorial Sudamericana, 2004. Colección Cuentamérica).

Microrelatos

El árbol de lilas
    María Teresa Andruetto


     UNO
     Él se sentó a esperar bajo la sombra de un árbol florecido de lilas.
     Pasó un señor rico y le preguntó: ¿Qué hace sentado bajo este árbol, en vez de trabajar y hacer dinero?
     Y el hombre le contestó:
     Espero.
     Pasó una mujer hermosa y le preguntó: ¿Qué hace sentado bajo este árbol, en vez de conquistarme?
     Y el hombre le contestó:
     Espero.
     Pasó un niño y le preguntó: ¿Qué hace Usted, señor, sentado bajo este árbol, en vez de jugar?
     Y el hombre le contestó:
     Espero.
     Pasó la madre y le preguntó: ¿Qué hace este hijo mío, sentado bajo un árbol, en vez de ser feliz?
     Y el hombre le contestó:
     Espero.

     DOS
     Ella salió de su casa. Cruzó la calle, atravesó la plaza y pasó junto al árbol florecido de lilas.
     Miró rápidamente al hombre. Al árbol. Pero no se detuvo. Había salido a buscar, y tenía prisa.
     El la vio pasar, alejarse, volverse pequeña, desaparecer.
     Y se quedó mirando el suelo nevado de lilas.
     Ella fue por el mundo a buscar.
     Por el mundo entero.
     En el Este había un hombre con las manos de seda.
     Ella preguntó:
     ¿Sos el que busco?
     Lo siento, pero no, dijo el hombre con las manos de seda.
     Y se marchó.
     En el Norte había un hombre con los ojos de agua.
     Ella preguntó:
     ¿Sos el que busco?
     No lo creo, me voy, dijo el hombre con los ojos de agua.
     Y se marchó.
     En el Oeste había un hombre con los pies de alas.
     Ella preguntó:
     ¿Sos el que busco?
     Te esperaba hace tiempo, ahora no, dijo el hombre con los pies de alas.
     Y se marchó.
      En el Sur había un hombre con la voz quebrada.
     Ella preguntó:
     ¿Sos el que busco?
     No, no soy yo, dijo el hombre con la voz quebrada.
     Y se marchó.

     TRES
     Ella siguió por el mundo buscando, por el mundo entero. Una tarde, subiendo una cuesta, encontró
     a una gitana. La gitana la miró y le dijo:
     El que buscas espera, bajo un árbol, en una plaza.
     Ella recordó al hombre con los ojos de agua, al que tenía las manos de seda, al de los pies de alas y al
    que tenía la voz quebrada. Y después se acordó de una plaza, de un árbol que tenía flores lilas, y del
     hombre que estaba sentado a su sombra. Entonces se volvió sobre sus pasos, bajó la cuesta, y atravesó
     el mundo. El mundo entero. Llegó a su pueblo, cruzó la plaza, caminó hasta el árbol y le preguntó al
     hombre que estaba sentado a su sombra:
     ¿Qué hacés aquí, sentado bajo este árbol?
     Y el hombre dijo con la voz quebrada:
    Te espero.
    Después él levantó la cabeza y ella vio que tenía los ojos de agua, la acarició y ella supo que tenía las
    manos de seda, la llevó a volar y ella supo que tenía también los pies de alas.

Poesía porque sí

 Yo, primera persona del singular.

        Yo tengo
       
        Pero Yo no soy Tengo
        porque
        si un huracán se lleva todo
        y me deja tan solo con lo puesto.
        Yo seguiría siendo.

        Yo estoy.
       
        Pero, atención,
        porque aunque cambie de lugar,
        aunque cambie de barrio y de ciudad
        yo sigo siendo.

        Por las noches yo duermo
        pero no soy Dormir
        porque cuando despierto
        sigo siendo

        Yo canto.
        ¿Y si no canto?
        Yo juego.
        ¿Y si no juego?
       
        Yo estoy aqui y allá
        yo tengo, yo no tengo
        yo canto y desencanto
        yo esta tarde no juego
        pero yo sigo siendo.
       
        Yo soy yo cuando Soy.
               
        No soy Tener.
        No soy Estar.
        Yo soy
        Ser
        en primera persona del singular.


Las 4 maravillas del mundo

        Aire que silba
        Fuego que fuega
        Agua que corre
        Tierra que espera

        Agua más Tierra, arcilla
        Agua más Aire, espuma
        Fuego más Agua, agua calentita
       
        Aire con aire, flauta
        Tierra con tierra, huerto
        Fuego con fuego, amor
        Agua con aguacero
                       
        Apenas cuatro esencias,
        cuatro dulces puñados
        en el caldero,
        ¡y ya olía a magnolias
        el Universo!


De “Poemas para niños”
de Liliana Bodoc


Vengo
de un huevo o cigota
de un adentro
de algo
adentro
no sé
si tenía vasos comunicantes
o membrana porosa
era un ombligo
era pelusa
de mí
tibia y fruncida
enrulada era
como una vaina
como una chaucha
era
hermosísima
una alga
fosforescente
y era ciega
no necesitaba ojos
para saberme

con mis propios pelitos
me acariciaba
conocía
hasta la risa
inventé
era cosquilla
(claro que eso no lo sabía)

Y lo increíble
lo más bello
era cómo
de cada sortija
seguía naciendo.

Era panadero
suave
volador
me desprendí de mi tallo

y asi vengo
estoy llegando
algo cansada
despeinada
el trajín los vientos
¿me dicen que estoy pelada?
¿arrugada por el costado?

Soy cascarita
pancita seca
me rasco y
ops!
soy semilla

Huevo, pelusa,
chaucha y panadero:
fue lindo
tantos lugares
¡cómo me hicieron andar!

Me voy yendo
estoy muerta
de sed y calor
redondita
ruedo
hasta la tierra
qué sueño
una siestita
no me acuerdo,
¿ qué decía?
¿qué decía? Primera persona

Del Blog www.perceptariopoesia.blogspot.com/
De Sofía Arroñade

¿Cómo ser más verde y feliz?

 Pensá en tiempo y no en dinero

Venimos hablando sobre estos temas hace tiempo: las experiencias y no los objetos dan felicidad, los jóvenes están tendiendo a valorizar más otras cosas sobre el consumo y hay un deseo en general de volver a lo verde porque claramente el contacto con la naturaleza provoca bienestar.
Sin embargo, todavía siguen apareciendo más pruebas que nos empujan en una dirección alternativa. Esta vez se trata de un estudio realizado en la Universidad de Pensilvania, en el que la investigadora Cassie Mogilner se embarcó en la tarea de observar cómo influye la concentración en ciertas ideas en el uso que hacemos del tiempo más tarde. Las conclusiones son sumamente interesantes.
Mogilner tomó a un grupo de voluntarios y los enfrentó con una serie de oraciones que contenían palabras relacionadas al tiempo (como reloj o día), mientras que propuso a otro trabajar con ideas relacionadas al dinero (con palabras como riqueza o dólares). Más tarde, se les preguntaba a las personas cómo pensaban pasar sus próximas 24 horas.
Aquellos que habían estado pensando en el tiempo, querían realizar actividades sociales; mientras que quienes habían estado pensando en dinero estaban planificando pasar más tiempo trabajando. Llevando el estudio al mundo real, la investigadora propuso a personas entrando a un café llenar un cuestionario con palabras relacionadas al tiempo o al dinero, y luego observó su comportamiento dentro del lugar (si estaban chateando o interactuando socialmente, o trabajando). A su salida, se les preguntaba cuán contentos y satisfechos estaban.
Una vez más, aquellos que estuvieron pensando en tiempo pasaron sus horas socializando y estaban más felices; al tiempo que quienes pensaron en dinero estuvieron trabajando y estaban menos satisfechos al salir.
La moraleja de este estudio no podría ser más contundente: la concentración en las cosas y el dinero saca el foco de aquello que es mucho más importante para nuestro bienestar, que es el invertir tiempo en conectarnos y ser felices. Cuando sacamos la atención del dinero, además, nos concentramos en tener una vida más frugal, lo cual lleva a disminuir nuestra huella en el planeta.
¿Se animan a probar el invertir el día de hoy pensando en el tiempo?

Fuente: blogs.tudiscovery.com

Ecología y Salud

La meditación puede mejorar la estructura de tu cerebro en sólo 8 semanas

Un grupo de científicos del Programa de investigación de neuro-imágenes psiquiátricas del Hospital General de Massachusetts probó recientemente que meditar -una actividad con nulo impacto ambiental para la cual no se necesita más equipamiento ni preparación que tu propio cuerpo y unos minutos de tu día- puede mejorar tu capacidad de atención, aprendizaje y reducir tus niveles de stress.
Después de haber practicado meditación, los cerebros de los participantes mostraron un aumento en la densidad de la materia gris del hipocampo (que tiene un papel importante en la memoria y capacidad de aprendizaje) y en estructuras asociadas con la auto-consciencia, compasión e introspección.
Además, indicaron que sentían una reducción en sus niveles de stress, y se comprobó que sus cerebros tenían menos concentración de materia gris en la amígdala (que influye en los niveles de ansiedad y stress).
Este es el primer estudio que documenta que la meditación produce efectivamente cambios en el cerebro. Antes se habían realizado estudios que demostraban que las personas que tenían una larga historia con la meditación tenían estructuras cerebrales diferentes, pero no era claro si la meditación las ocasionaba o si la estructura cerebral determinaba su inclinación por esa actividad. En cambio, este estudio demuestra que la meditación provoca estas modificaciones.
Muchas veces cuando uno piensa en mejorar su salud y reducir su stress, lo primero que viene a la mente es dinero, viajes a centros de relajación y demás actividades de alto impacto. Pero aquí está la prueba de que la respuesta está en el interior.
¿Alguno practica meditación? ¿Piensan empezar a hacerlo?

Fuente: blogs.tudiscovery.com

martes, 29 de marzo de 2011

Monserrat Cultural Nº 39

 
Imagen de Tapa: “Pájaros a cuerda” de Crown Jewel.

Editorial

Madre Tierra, o Gaia, o Pachamama, son nombres de un mismo planeta, nombres que a través del tiempo y de las culturas han representado el símbolo vital de la humanidad. Sin embargo, la misma humanidad es la que también a través del tiempo y de diferentes culturas ha agotado los recursos y abusado de la generosidad y vitalidad del mismo planeta. La codicia y la estupidez sin límites de unos pocos con mucho poder arrasa con los esfuerzos por mejorar las cosas de muchos que tienen poco. Y la Madre Tierra, aquejada por este parásito con hambre infinita, comienza a dar muestras de su agotamiento: terremotos, tsunamis, huracanes, inundaciones y temperaturas extremas en verano e invierno hacen evidente que el planeta, en su proceso natural, intenta eliminar al elemento que produce su malestar, como cualquier cuerpo rechaza aquello que lo enferma.
Mientras insistamosa en mirarnos el ombligo, sin hacernos cargo del daño que producimos en nuestra casa -la única que tenemos, el planeta Tierra-, y deleguemos nuestra responsabilidad sobre “líderes” políticos, religiosos o de cualquier otra especie para luego quejarnos de lo mal que va el mundo mirándolo por televisión,- como si fuera en otro planeta lo que está ocurriendo-, todo seguirá igual, o peor.
Cuando viajo en tren o colectivo veo niños, grandes y viejos que tiran botellas, latas y envoltorios por las ventanas, como si el afuera se tragara esa basura y pudiera desaparecerla. Yo me pregunto: ¿Qué le pasa a esa gente para comportarse así? A partir de esos pequeños gestos se construye el resto de las cadenas de responsabilidades.Porque por esos pocos que hacen gala de su imbecilidad ensuciando el entorno, todos sufrimos las consecuencias a largo o a corto plazo.
Desde los medios masivos -otra vez- nos desinforman diciendo que está “todo bajo control”. Nada estará bajo control hasta que cada persona sea capaz de respetar el lugar que habita, nada mejorará hasta que cada uno sepa cuidar y querer a Gaia porque forma parte indisociable de ella.
El editor

Microrelatos

La poesía
Por: Liliana Bodoc


- ¿Y cómo es, Nakín, la existencia de la poesía?
- Líquida, vinculada y fugitiva. Por lo primero, la poesía llena las cavidades, transforma en recipientes los vacíos. Por lo segundo la poesía vive indefectiblemente de la poesía. No podría haber un instante poético separado de todos los instantes poéticos. La poesía se explica por la poesía. Por lo tercero, la poesía es ingobernable. Nadie es su dueño, nadie la detenta aunque algunos la escriban. 
- ¿Y nosotros, Nakín, los de todos los días?
- Nosotros podemos hacernos parte indisoluble de la poesía. Para eso, es necesario saltar al mundo de los Símbolos confiando en el abrazo que no vemos. Saltar a la creación y mezclarnos con ella. Quien se empeñe en preservar algo de su singularidad será criatura viva, será criatura muerta. Pero no será poesía, símbolo. Y esto no significa maldad ni bondad, sino disposición de salto.

Nakín dijo lo suyo.
Yo agrego que mientras los dogmas sonríen sin mostrar los dientes, la poesía se ríe a carcajadas en la cima del campanario.

(Re) Génesis
Por: rulos-porra.blogspot.com


Descubrió un sentimiento que venía amasando desde temprano y reventó con una pequeña desilusión a la que no le dio mucha importancia.
Descubrió las ganas de romper que tenía.
Romper.
Un gran gran amigo le comentó una vez que le encantaba la palabra "romper" y que en esos momentos necesitaba romper con muchas cosas. Y así, recordando esas palabras, se sintió “rompiendo” esa noche de abril.
Romper con muchas cosas, claro. Romper con las relaciones y los pensamientos estériles, vacíos de contenido. Romper con estructuras ordenadas y actitudes adultas, y alimentar sueños pueriles. Romper con una sociedad podrida. Romper con el odio. Romper un plato. Romper con la gente con la que imaginó hilos rojos. Romper las pelotas.

Porque después de que rompió, reconoció que inmediatamente viene la mejor parte: la de la creación. La potencialidad de la creatividad, que no es sólo un don del artista sino una esencia del ser humano, que se rompe para volver a nacer.

Gracias a la vida
Por: rulos-porra.blogspot.com


Quizás no exista el sentido de la vida. Quizás no exista nada de eso de lo que los seres humanos nos empeñamos en buscar incansablemente hasta el día que nos muramos. Quizás no existan porqués, ni quizás, ni el destino.
Quizás sólo exista el hoy. Quizás el secreto de la vida sea ese: estar vivxs. ¡Para qué buscar la felicidad! Si la felicidad es estar vivxs; contagiarnos de felicidad, llorar por los malos momentos y brindar siempre por los buenos.
Quizás sea amar hasta cansarnos, hasta que los huesos nos digan basta y el corazón se canse de latir. Quizás sea amar y plantar semillas por todas partes.
No existe otra tarea en el mundo que amarnos.

Gracias por tanta vida, por tanto amor.

Los tigres escritos

Por: Ema Wolf

Hay unos pocos tigres en el mundo que tienen la cabeza escrita.
Las rayas que les cruzan la frente, como pinceladas negras, se relacionan con los caracteres de la escritura china, de modo que la cabeza del tigre puede leerse. Algo dice en el tigre.
No aparece con frecuencia un ejemplar de ésos, apenas uno en muchos años, cada vez menos, ya que al haber menos tigres de todas clases también hay menos de los escritos.
En la antigua Mesopotamia se creía que los pájaros eran animales sagrados porque las huellas que dejaban sobre la arcilla blanda les revelaban fragmentos del pensamiento de los dioses. Algo parecido ocurría en China con estos tigres: se consideraban animales dignos de veneración, portadores de un mensaje secreto del más alto valor, grave y esencial.
El mensaje contenía el extracto de un conocimiento oculto de orden superior que abarcaba lo terrenal y lo divino, pilar de todas las verdades, el mensaje de los mensajes, el perfecto. El día en que fuera comprendido, nada iba a ser igual en el imperio. Siglos atrás, ya algunos decían leer el futuro en las marcas de los caparazones de las tortugas, pero no eran más que adivinos comunes ocupados en pronósticos domésticos de poco alcance, como la caída de la lluvia o el éxito de la cosecha. La cabeza del tigre representaba mucho más que eso.
Descifrarla era una tarea de dificultad extraordinaria.
Los emperadores la encomendaban a un puñado de sabios, de los pocos que entonces podían aventurarse en los enigmáticos pasadizos de la escritura china, siempre inabarcable y plagada de ambigüedades, contradictoria, perfectamente capaz de afirmar algo y desmentirlo al mismo tiempo, de confundir al lector con triples y cuádruples sentidos.
Mientras tanto, el tigre permanecía cautivo en una jaula regia viviendo a cuerpo de tigre en uno de los pabellones del palacio. Cada mañana los sabios se instalaban al lado de la jaula, consagraban su esfuerzo a Wen Chan, el dios de todo lo escrito y de los papeleros, y pasaban el día entero mirando la cabeza del tigre. El tigre miraba a los sabios y bostezaba.
Este ejercicio podía extenderse a lo largo de una vida entera, que podía ser la de los sabios, la del emperador o la del tigre. Para cosas como ésta los chinos desconocen el apuro.
El desciframiento del tigre era algo que debía ocurrir con seguridad alguna vez, pero era una vez sin fecha. Antes de morir —es decir antes de atravesar las puertas del Divino Jardín Celestial— desde su cama de jade —el jade es jabonoso— el emperador preguntaba a los sabios si habían comprendido el mensaje. Le contestaban que no. Moría satisfecho, sin embargo: eso sería considerado una prueba de que había sido paciente en su reinado.
De modo que el ejercicio se extendía en el tiempo, pero no se completaba. De hecho, nunca se supo que un tigre hubiera sido descifrado. Lo que de ninguna manera significaba un fracaso sino apenas una demora, prueba excluyente de la enorme dificultad de la misión.
El último emperador de la remota dinastía Sung tuvo su tigre escrito.
Se cuenta que una primavera marchó con un pequeño ejército a la provincia de Leao-tong y que allí, precedido por el estrépito de cientos de trompetas y atabales, llevó a cabo una cacería memorable en la que se mataron mil ciervos, cientos de osos y de jabalíes, y noventa tigres comunes. En esa cacería la fortuna también premió al joven emperador con un tigre escrito, que fue sorprendido en su guarida de cañas y conducido con mucho cuidado al palacio.
Seis sabios se ocuparon de la lectura.
Los seis vivían largamente a cuerpo de sabio sin otra tarea que la de observar las famosas rayas y pensar. Por la mañana observaban la cabeza del tigre desde todos los ángulos posibles, aprovechando la luz más límpida. Trazaban pictogramas en tinta sobre papel de arroz, mordían preocupados el cabo del pincel y vuelta a pensar. A veces el emperador y su séquito, músicos incluidos, los honraban con una visita. Fuera de eso, los únicos que perturbaban el trabajo de los sabios eran los sirvientes que les traían la comida y los limpiadores de jaulas.
Una vez al año los seis celebraban consejo para intercambiar impresiones, hipótesis. Razonaban hasta que les sudaban las sienes y los párpados se les volvían de plomo. Avances y retrocesos se producían con idéntica lentitud. Tenían miedo de precipitarse, dar un paso en falso imperdonable, desbaratar por ligereza o chambonada, la importancia del mensaje.
En cierta ocasión uno de ellos estuvo a punto de emitir algo.
El esfuerzo le trajo fiebre. La inminencia de la traducción provocó mucha ansiedad en el emperador y en la corte. Los honorables, muy altos dignatarios perdieron el sueño. La vez había llegado, se dijo. A último momento el sabio desistió de hablar. Por lo visto nuevas reflexiones lo habían puesto a salvo de cometer un error grueso. La tranquilidad se acomodó otra vez en el ánimo de todos, enroscada como un gato.
Hasta que ocurrió un hecho impensado, insignificante de cualquier modo que se lo mire.
Un jovencito recién llegado al palacio, el último de los sirvientes menores, entró una tarde por casualidad, correteando, al pabellón de la jaula. Se detuvo delante del tigre, miró con atención las rayas de la frente y soltó una carcajada estrepitosa. Durante un minuto largo no paró de reírse, doblado en dos, agarrándose la panza. Después siguió de largo, meneando la cabeza, hasta que la risa y él se perdieron por los pasillos.
El emperador lo supo. Como no hizo preguntas, nadie más las hizo. A los sabios los despidieron de manera discreta y definitiva.

Visualizando necesidades vs. deseos

La principal y más importante clave para reducir nuestro impacto en el planeta es simple: observar cuáles son realmente nuestras necesidades y descartar lo demás. O, al menos, consumir menos: llevar una vida más frugal, tratando de separarnos de aquello que pensamos que 'debemos' tener. 
Obviamente esto no es fácil de entender y lleva algo de tiempo procesar: la sociedad de consumo funciona presionando a las personas para que trabajen para consumir y no para vivir. Y esto se torna peor si además se está en un trabajo poco satisfactorio y con poco tiempo para reflexionar. El consumo entonces se torna una respuesta para llenar ese vacío. 
El ritmo de la vida y las costumbres, además, nos llevan a desear lo incorrecto en todos los aspectos, incluyendo los alimentos: preferimos productos altos en azúcares y grasas, cuando necesitaríamos más frutas y verduras, granos, hidratación, etc. 
Es un tema amplio y la idea por supuesto no es pretender que todos seamos monjes budistas y que vivamos sin posesiones y bajo una dieta de vegetales, pero si nos tomamos un tiempo para perar y  pensar quizás podamos cambiar alguna actitud. 
Entonces, piensen en su actual 'deseo', ¿es una necesidad o un deseo impulsado por algo más? Mantener la mente clara y en armonía permite también a nuestro cuerpo y a nuestro entorno un mejor estado.
Fuente: blogs.tudiscovery.com

'Consumo colaborativo': Qué es y por qué es interesante para el planeta y la sociedad

Uno de los fenómenos más interesantes que se están dando dentro del movimiento verde en los últimos años es el nacimiento y expansión de diferentes formas de acceder a productos y servicios que no involucran la compra de los mismos.
Servicios de alquiler de autos, ropa y objetos de todo tipo, trueque de persona a persona, préstamos temporales, y el regalo de cosas en desuso por medio de redes como Freecycle están apuntando hacia un nuevo tipo de sociedad colaborativa por medio de la conexión y la tecnología.
La escritora y consultora Rachel Botsman y el emprendedor Roo Rogers estuvieron observando estos fenómenos y han escrito un libro llamando al movimiento 'Consumo colaborativo'
De acuerdo a su definición, el Consumo colaborativo "se refiere a la rápida explosión de las prácticas de compartir, trocar, prestar, intercambiar, alquilar y regalar, reinventadas a través de tecnologías de redes en una escala y en formas que nunca habían sido posibles".
Si nos remontamos en el tiempo, ya en las pequeñas ciudades de la Baja Edad Media europea los artesanos y productores agrícolas intercambiaban productos entre sí sin la necesidad de dinero. Perdidas en el tiempo con la aparición del capitalismo, el dinero y el paradigma de la acumulación, estas prácticas están siendo rescatadas en este momento y potenciadas con las posibilidades que abre internet.
Algunos ejemplos de plataformas exitosas basadas en la economía de compartir son el servicio de alquiler de autos Zipcar, en el que las personas rentan autos a otras personas que no los usan por horas. El sitio Ecomodo ofrece la posibilidad de tomar prestado un objeto de otra persona por unos días. Otros sitios como Swap.com permiten intercambiar un objeto por otro con personas que tienen cosas en desuso. Y como éstos, hay miles de nuevos ejemplos cada día.
Este movimiento está íntimamente relacionado a las tendencias de las que hablábamos hace algunas semanas en la nota Desapropiar, dematerializar, demonetizar: Tres tendencias modificando el comportamiento joven y también con la construcción de comunidad.
A su vez, el compartir objetos evita la producción de otros nuevos, lo cual termina reduciendo el impacto que podemos tener en el ambiente.
¿Cómo ser parte de este interesante movimiento? Cada vez que necesites algo, comenzá por pensar siempre la forma de tomarlo prestado de algún contacto o alquilarlo, y buscá forma de hacer circular tus pertenencias en desuso.
Si bien las herramientas online específicamente diseñadas para esto ayudan, en realidad se trata más bien de una actitud: evitar la adquisición y buscar formas alternativas de acceder a aquello que necesites.
Más sobre el movimiento en www.CollaborativeConsumption.com.
Fuente: blogs.tudiscovery.com

lunes, 28 de febrero de 2011

Monserrat Cultural Nº 38

Imagen de Tapa: “Los árboles” de  Gaby Rubi [http://gabirubi.blogspot.com/]

Editorial

Un nuevo año, y un nuevo otoño. Las hojas caen -y también algunos árboles- con los golpes de la sudestada. Las noticias se repiten como cada año: árboles caídos, inundaciones, robos, políticos prometiendo, gente riendo sin gracia y mucha otra gente llorando sin lágrimas. Nada mejor que una poesía para darle aire a este año de campaña electoral:

La carga

Mi cuerpo estaba allí... nadie lo usaba.
Yo lo puse a sufrir... le metí un hombre.
Pero este equino triste de materia
si tiene hambre me relincha versos,
si sueña, me patea el horizonte;
lo pongo a discutir y suelta bosques,
sólo a mí se parece cuando besa...
No sé qué hacer con este cuerpo mío,
alguien me lo alquiló, yo no sé cuándo...
Me lo dieron desnudo, limpio, manso,
era inocente cuando me lo puse,
pero a ratos,
la razón me lo ensucia y lo adorable...
Yo quiero devolverlo como me lo entregaron;
sin embargo,
yo sé que es tiempo lo que a mí me dieron.

Manuel del Cabral

El editor

Cuento

Islas

—¡Qué maravilla, Porfirio! Desde que estoy aquí no puedo dejar de mirar esas islas. ¡Me dan vuelta, le juro que me dan vuelta la cabeza! ¡Son increíbles! Vistas así, de lejos, con ese poco de bruma, parecen tortugas gigantes. ¿Lo notó?
—Bueno, no sabría decirle, nunca las vi de esa manera.
—No se preocupe, es un comentario poético. Tómelo como eso, nada más, como un comentario poético. Es algo que me sale a veces. Me nace, le juro que me nace, así, de golpe, no puedo reprimirlo. Yo debo conservar todavía mis asombros de niña. Bien dicen que los poetas son hombres que han conservado ojos de niño. ¿Usted nunca hace comentarios poéticos? Confiese...
—Algunas veces sí, creo, no han de ser muchas.
—¡Anímese, hombre! ¡La humanidad entera sueña a través de sus poetas! Anímese con la poesía, que es para todos. No hay un alma, por simple que sea, que no esté preparada para la poesía. Piense en el cartero de Neruda. ¿Se acuerda de aquella película? ¡Tan linda! Con ese muchacho bruto que, sin haber ido a la escuela, era capaz de entender la belleza que emanaba de esos versos. Ponga un poco de imaginación, entonces, y va a ver las islas como las veo yo, como galápagos fantásticos. Es muy triste que usted viva acá, como vive desde que nació, frente al mar, y no sea capaz de observarlas de una manera más... ¿Cómo le diría...? No sé si me entiende.
—Puede ser. La verdad, eso que usted dice me confunde. Desde que yo recuerdo...
—Está bien, está bien, déjelo así, no voy a insistir con el tema. Me doy cuenta de que a veces hay que tener ojos de forastero para descubrir las cosas. Para el que las ve todos los días son de lo más comunes, no tienen nada de maravilloso. ¿Conoce el proverbio chino?: "Quien mira el cielo en el agua, ve peces en los árboles". Me parece que un poco tiene que ver con esto que le estoy diciendo. Es como una magia, ¿me comprende? La magia no es algo que esté en las cosas, sino que uno la lleva adentro y a veces..., a veces sale para afuera.
—Por supuesto.
—Ahora ayúdeme a levantarme, Porfirio, y vamos para la casa, que nos están esperando. Además refrescó y ya tengo hambre. Me parece que lo dejé pensando. ¿O me equivoco?
—No se equivoca, no. Sí que me dejó pensando. La ayudo.
Ella acomoda las piezas de su esqueleto y completa el difícil trámite de colocarse en posición erguida. Él la asiste en la maniobra con delicadeza. Después la toma del brazo y la guía por el empinado camino de la playa hacia el edificio de tejas.
Antes de entrar vuelve la vista atrás y alcanza a distinguir los caparazones inmensos levantándose en medio del agua. Se abren paso a través de la superficie rasgándola con dolor. Los pescuezos arrugados como rocas paleolíticas se estiran y obligan a las patas a avanzar pesadamente mar adentro, una vez más, a la caída del sol, como desde el principio de los tiempos. Al amanecer volverán de su monstruoso paseo.
Recuerda que su madre siempre decía que aquellas tortugas, vistas desde la playa, parecían islas. Averiguará si también eso es poesía.

Del “Libro de los prodigios”, de Ema Wolf