miércoles, 27 de octubre de 2010

Microrelatos

Lista negra
Por: Liliana Bodoc


Tan temprano para amanecer, ¿o seremos nosotros, apurados por ir a la panadería? El panadero debe estar cantando, dicen que canta antes de amasar... No importa, lo esperamos. Y mientras tanto, con este lápiz chiquito como vos, vamos a hacer la lista de las compras. Vení, sentáte cerca. Así, mientras escribo, te beso la cabeza. Ante todo otro lápiz habría que comprar porque a este apenas si lo agarro. No te duermas de nuevo y ayudáme. Es una lista larga...
Vamos a ver... Naranjas, no es el tiempo. Zapallo..., no se puede. Porque últimamente los zapallos tomaron la costumbre de abrir los ojos justo cuando una va a clavar el cuchillo, y da lástima. Está el tren de juguete, ese de la vidriera donde siempre pasamos. Pero mejor que no, porque sos muy chiquito. Te subís a un vagón y yo tengo que descoser las vías para que el tren se pare.
Tan pronto es mediodía. ¿O seremos nosotros...?
El panadero debe estar juntando miga con miga en la yema del dedo. No importa, lo esperamos.
Tomates, no es el tiempo. Azúcar, no es el tiempo. ¡Pan con manteca...! Pero te ensuciás. Pan, nomás, sin manteca.
Se fue la luz ¿Tanto apuro para atardecer?
El panadero debe estar soñando una bolsa de harina rubia y de ojos celestes. Mirá, ni empecé y el lápiz ya se muere de cansancio. Mejor vamos mañana a comprar pan.
¿Por qué llorás ahora?, si mañana compramos. ¿Sabés que pasa? Yo me equivoqué. ¿Cómo vamos a empezar por comprar pan? Antes tenemos que comprar un peso.
Es muy fácil, mañana bien temprano compramos un peso para comprar pan. ¿Sabés quién me lo dijo? El ruido de tu panza. Que descanses.

El origen de las especias
Esteban Lijalad


En 1423 el naturalista friso Bartlomew Kreins demostró que la única posibilidad de explicar semejanzas y diferencias entre el clavo de olor y la canela era considerando a ambas como subespecias de una especia originaria, de la cual provienen todas las demás.
Esta especia originaria debería tener en potencia todas las características que las especias hijas desarrollarían más adelante. Ser, al mismo tiempo, dulce, agria, fragante, salada, amarga, ácida, etc. Y debería ser oriunda de un rincón del Mundo que reuniera todas las características posibles: ser llano y montañoso, seco, cálido, húmedo, frío, ventoso y calmo.
Entusiasmado por sus descubrimientos, pasó el resto de sus días buscando ese lugar originario, que supuso el Paraíso terrenal.
Años más tarde, un emprendedor marino genovés —que leyó sus escritos de forma algo apresurada— se empeñó en buscar el lugar primigenio más allá del mar Océano, al oeste de toda tierra conocida.
Creyó encontrarlo en una isla del Trópico que, según el marino «olía de lejos a todo lo posible: lo que existe y lo que aún no ha sido creado».
Este aserto le costó la excomunión, ya que conmovía el relato bíblico según el cual todas las especias fueron creadas de una vez y para siempre por la Divina Providencia.
Murió desterrado en la isla caribeña, repitiendo a quien quisiera escuchar que «sin embargo, aquí nacen continuamente nuevas especias» (eppur nascent novum speciae).

Ecología y Salud

Por: Antonella Perasso y Lidia Perasso

LA SALUD: UNA META INALCANZABLE

En 1958, la Organización Mundial de la Salud definió a la salud como el completo estado de bienestar físico, mental y social, no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades.
Vivimos en constante interacción con el ambiente, recibiendo influencias favorables y desfavorables, de las cuales dependerá nuestra salud o enfermedad. Así, la salud es concebida como mucho más que la mera ausencia de enfermedad.
Para experimentar bienestar, el ser humano deberá satisfacer las necesidades percibidas como imprescindibles y saciar sus aspiraciones más íntimas en un ambiente que le transmita tranquilidad y seguridad. Sin embargo, los condicionamientos del ambiente no lo permiten.
Es sabido que en ambientes hostiles se pierde el sentido de la existencia. El psicólogo alemán Viktor E. Frank realizó observaciones en un campo de prisioneros durante la Segunda Guerra Mundial acerca de las reacciones del hombre sometido a las influencias del ambiente especial de un campo de concentración. En sus conclusiones expresó lo siguiente “ la vida del prisionero se asemeja a la de un cadáver viviente ”, debido a su adaptación a una existencia sin futuro. Señala también la importancia de una meta hacia el porvenir como necesario sostén anímico del hombre.
Pero ¿Tenemos porvenir? La existencia de una vida sin ser “vivida” se puede observar en el caso de los internados del sanatorio pulmonar en el libro “La montaña mágica” de Thomas Mann que no conocen la fecha de alta y viven una existencia igualmente carente de porvenir.
Las situaciones de pobreza pertinaz, de deseos insatisfechos, de incertidumbre y temores determinan falta de alegría, irritabilidad, carácter hosco y apatía.
Los noticieros de la TV o la lectura de los diarios nos muestran día a día secuestros, robos, rehenes, asesinatos, robos que incluyen hasta amputaciones de dedos; conductores desaprensivos que van a excesiva velocidad y/o alcoholizados, etc. Estas son algunas de las circunstancias, entre muchas otras, que diariamente nos toca vivir. Esto determina una permanente percepción de amenaza y al ser constante, hacen que la salud, tal como la definió la O.M.S., sea muy difícil de lograr.

Fuente y consultas: lidiarosaperasso@yahoo.com.ar

Rincón de Haikus

(De Mario Benedetti)

los hombres odian
presumen sueñan pero
las aves vuelan

no sé tu nombre
sólo sé la mirada
con que lo dices

los que caminan
sobre ríos de vino
a veces flotan

el girasol
no conoce de eclipses
siempre te alumbra

Poesía porque sí

Hoy: Varieté!

Visita

No estoy.
No la conozco.
No quiero conocerla.
Me repugna lo hueco,
la afición al misterio,
el culto a la ceniza,
a cuanto se disgrega.
Jamás he mantenido
contacto con lo inerte.
Si de algo he renegado
es de la indiferencia.
No aspiro a transmutarme,
ni me tienta el reposo.
Todavía me intrigan el absurdo,
la gracia.
No estoy para lo inmóvil,
para lo inhabitado.
Cuando venga a buscarme,
díganle:
"Se ha mudado".

Oliverio Girondo



El desertor

Señor presidente
Le escribo esta carta
Que quizá lea usted
Si tiene tiempo

Acabo de recibir
La orden militar
Para ir a la guerra
El próximo miércoles
Señor presidente
No voy a hacerlo
No vine a este mundo
Para matar pobre gente
No quiero que se enfade
Pero he de decirle
Que mi decisión es firme:
Voy a desertar
Desde el día en que nací
He visto morir a mi padre
Partir a mis hermanos
Y llorar a mis hijos
Mi madre sufrió tanto
Que ya está bajo tierra
Se ríe de las bombas
Y hasta de los gusanos
Cuando estuve preso
Me robaron la mujer
Me robaron el alma
Y todo mi pasado
Mañana muy temprano
Les cerraré la puerta
A aquellos años muertos
Y me echaré al camino
Pediré limosna
Por las rutas de Francia
De Bretaña a Provenza
Y les diré a las gentes:
«Niéguense a obedecer
Niéguense a colaborar
No vayan a la guerra
Niéguense a partir»
Si hay que derramar sangre
Derrame usted la suya
Pues tan buen apóstol es
Señor presidente
Si ordena que me busquen
Dígales a sus agentes
Que no llevaré armas
Que pueden disparar

Boris Vian

Una propuesta sobre qué hacer con el tiempo de cada uno

Por: Giles Deleuze

Hay sensibilidades sustanciales, existen los que tienen una sensibilidad sustancial. Yo sueño con hacer alguna cosa sobre la sensibilidad filosófica. Es así que encontrarán los autores que cada uno amará. No estoy diciéndoles que sean spinozistas, porque me importa un bledo. Lo que no importa un bledo es que ustedes encuentren lo que les hace falta, que cada uno de ustedes encuentre los autores que les hacen falta, es decir, los autores que tienen algo para decirles. Lo que a mí me atormenta en filosofía es esa elección. Es igual que cuando se habla de una sensibilidad artística, por ejemplo de una sensibilidad musical. La sensibilidad musical no es indiferenciada, no consiste solamente en decir: Amo la música. Quiere decir también que extrañamente, en cosas que yo mismo no comprendo, tengo algo que ver particularmente con tal: “ah, para mí es Mozart. Mozart me dice algo”. Es curioso eso. En filosofía es lo mismo. Hay una sensibilidad filosófica. Allí también es una cuestión de moléculas, si aplicamos todo lo que acabamos de decir hace un momento. Nos encontramos con que las moléculas de alguien serán atraídas, serán ya, en cierta forma, cartesianas. Hay cartesianos. Bueno, comprendo, un cartesiano es alguien que leyó bien a Descartes y que escribe libros sobre Descartes. Pero eso no es muy interesante. Al menos hay cartesianos a un nivel mejor. Consideran que Descartes les dice algo al oído a ellos, algo fundamental para la vida, incluida la vida más moderna. Bueno, a mí, tomo mi ejemplo, realmente Descartes no me dice nada, nada, nada, nada... Se me va de las manos, me embola. Sin embargo, no voy a decir que es un pobre tipo, es evidente que tiene genio. Bueno, de acuerdo, tiene genio, pero yo, por mi cuenta, no tengo nada que hacer con él. Jamás me dijo nada. Bueno ¿y Hegel?...¿Cómo se explican estas cuestiones de sensibilidad, qué es eso, qué quieren decir estas relaciones moleculares?

Yo abogo por relaciones moleculares con los autores que leen. Encuentren lo que les gusta, no pasen jamás un segundo criticando algo o a alguien. Nunca, nunca, nunca critiquen. Y si los critican a ustedes digan: “De acuerdo” y sigan, no hay nada que hacer. Encuentren sus moléculas. Si no las encuentran, ni siquiera pueden leer. Leer es eso, es encontrar vuestras propias moléculas. Están en los libros. Vuestras moléculas cerebrales están en los libros. Yo creo que nada es más triste en los jóvenes en principio dotados que envejecer sin haber encontrado los libros que verdaderamente hubieran amado. Y generalmente no encontrar los libros que uno ama, o no amar finalmente ninguno, da un temperamento... y de golpe uno se hace el sabio sobre todos los libros. Es una cosa rara. Nos volvemos amargos. Ustedes conocen la especie de amargura de ese intelectual que se venga contra los autores por no haber sabido encontrar a aquellos que amaba... el aire de superioridad que tiene a fuerza de ser tonto. Todo eso es muy enojoso. Es preciso que, en última instancia, solo tengan relación con lo que aman".

(Gilles Deleuze, De "En medio de Spinoza. Capitulo V, El estatuto de los modos y el problema del mal")

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Monserrat Cultural N° 35

Imagen de Tapa: “Ivy” de Eric Cañete

Editorial

Una vez más, ante las toneladas de basura que se desparrama sobre nuestras mentes desde casi cualquier pantalla, me doy -y comparto- un poco de aire para despejar las cabezas:
Caminos
Por Eduardo Galeano

Querido Stig:
Ojalá seamos dignos de tu desesperada esperanza.
Ojalá podamos tener el coraje de estar solos y la valentía de arriesgarnos a estar juntos, porque de nada sirve un diente fuera de la boca, ni un dedo fuera de la mano.
Ojalá podamos ser desobedientes, cada vez que recibimos órdenes que humillan nuestra conciencia o violan nuestro sentido común.
Ojalá podamos merecer que nos llamen locos, como han sido llamadas locas las Madres de Plaza de Mayo, por cometer la locura de negarnos a olvidar en los tiempos de la amnesia obligatoria.
Ojalá podamos ser tan porfiados para seguir creyendo, contra toda evidencia, que la condición humana vale la pena, porque hemos sido mal hechos, pero no estamos terminados.
Ojalá podamos ser capaces de seguir caminando los caminos del viento, a pesar de las caídas y las traiciones y las derrotas, porque la historia continúa, más allá de nosotros, y cuando ella dice adiós, está diciendo: hasta luego.
Ojalá podamos mantener viva la certeza de que es posible ser compatriota y contemporáneo de todo aquel que viva animado por la voluntad de justicia y la voluntad de belleza, nazca donde nazca y viva cuando viva, porque no tienen fronteras los mapas del alma ni del tiempo.
(Palabras de agradecimiento, al recibir el premio Stig Dagerman, en Suecia, el 12 de septiembre, 2010.)

Ojalá haya más aire, salud y educación para todos. Ojalá el mal y la estupidez se tomaran tantas vacaciones  como quienes nos malgobiernan.
El editor

La poesía

Por: Liliana Bodoc



La poesía es un modo de la desobediencia. Llega si quiere, pero nunca tarde. Se coloca su máscara inaudita, se calza sus altos, merecidos zapatos. Y ya no se parece a nadie.
La poesía tiene una voz de arena y otra de piedra, tiene una voz de escándalo de plaza y una voz de secretos junto al fuego. Y en el canto las mezcla, diciendo y desdiciendo, con hebras negras y con hebras blancas. Hace en un verso y en el otro deshace; afirma y niega con las mismas palabras.
Porque su obligación no es la verdad. No es la admonición ni la plegaria... La poesía no tiene otro deber que ser un atentado contra el miedo, ni más obligación que estremecernos como el último acorde que suena en el final gastado de una noche.
Ir contra la quietud..., hostigar el equilibrio del estanque buscando que todo se transforme en río. Navegar es el primer asunto del poeta. Y nosotros, parados en la orilla, queremos construirnos una balsa, soltar amarras y desobedecer de cara al horizonte.
Porque también vivir, porque también morir deben ser modos de la desobediencia.

Fuente: elartedelosconfines.blogspot.com

Así nos quieren desde arriba

Por: Ajíbrujo
Laurence Summer fue Vicepresidente del Bco. Mundial en la década del 90. y presentó un memorando interno cuando se gestaba la preparación de la "Cumbre de la Tierra Eco 92" en Río de Janeiro.
En ese memorando interno preguntaba ¿no debería el Bco. Mundial alentar una mayor transferencia de Industrias sucias al Tercer Mundo?
Y continuaba: "numerosos países se encuentran muy limpios por lo que sería lógico que recibieran industrias sucias y residuos industriales, ya que tienen una mayor capacidad de absorción de contaminantes sin que se produzcan grandes costos".
Summer liga estos costos "al aumento o retroceso de la mortalidad". Desde este enfoque economista "una cierta cantidad de contaminación perniciosa debería ser realizada en países con costos más bajos, con menores salarios, por lo que las indemnizaciones a pagar por los daños serán también más bajas que en los países desarrollados." Opinaba que esta lógica "es impecable y debemos tenerla en cuenta". Agregó que "las sustancias cancerígenas tardan muchos años en producir sus efectos, por lo que estos serán menos llamativos en los países con una expectativa de vida baja, es decir, en los países pobres donde la gente se muere antes de que el cáncer tenga tiempo de aparecer". Y se quejaba que "se genera tanta polución con industrias que no se pueden trasladar, transporte, generación de electricidad, que hace que los costos de transporte por unidad de residuos sólidos sean tan altos". Y continuó sosteniendo que "la preocupación por un agente que causa un cambio en 1 punto en 1 millón en las posibilidades de cáncer de próstata será, obviamente, mucho más elevada en un país en que la gente vive lo suficiente para contraer cáncer de próstata que en un país donde la mortalidad por debajo de los 5 años es de 200 por mil".
Lawrence Summer fue después Secretario del Tesoro del Presidente Bill Clinton y principal consejero económico de Obama. Se desempeñó en la Universidad de Harvard, donde van a estudiar la mayoría de los economistas latinoamericanos, que como buenos alumnos, toman nota de sus recomendaciones de llenar de veneno y muerte a los países pobres, de los que –por si algún desprevenido no se ha enterado- somos parte.
Así, mientras la mayoría de la gente está preocupada sobre cómo llegar a fin de mes o sobrevivir al estrés diario de la ciudad, estos señores dictan la muerte a nuestros recursos vitales: contaminando cielo, tierra, aire y agua cometen un geocidio que a este ritmo también terminará con la raza humana. ¿Parece exagerado? Hace veinte años el calentamiento global era sólo una teoría, y hoy lo vivimos en carne propia. ¿Reaccionará la humanidad antes de que el capitalismo consuma toda la vida?

Fuente: nominas.blogspot.com

Ecología y Salud

Por: Antonella Perasso y Lidia Perasso


DIGALE SI AL KIWI

El kiwi es una fruta tropical de efecto diurético y laxante, ideal para incluir en las dietas de aquellos que desean disminuir el peso.
Aporta vitamina C, antioxidante que reduce el riesgo a padecer enfermedades cardiovasculares, degenerativas e incluso cáncer. También evita malformaciones fetales.
Esta fruta, de aspecto poco llamativo, aumenta la absorción de hierro por lo cual se recomienda en casos de anemia. Por su alto contenido en ácido fólico, es necesaria para las embarazadas, pues disminuye el riesgo de padecer espina bífida en los fetos. Su gran cantidad de fibra le confiere propiedades laxantes por lo cual está indicada para quienes padecen de estreñimiento. Tiene efecto saciante y posee pocas calorías por lo cual es requerida por quienes quieren perder peso.
Es recomendada para la hipertensión (presión arterial alta) y para los que padecen enfermedades cardíacas por su bajo contenido en sodio.
Es beneficiosa para el control de la glucemia en los diabéticos. Pero su gran aporte de potasio la convierte en la fruta ideal para quienes toman diuréticos ya que eliminan este mineral.
Por ser rica en luteína previene el cáncer, las enfermedades cardíacas y patologías tales como la degeneración macular y las cataratas causantes de ceguera.
El magnesio que contiene mejora el funcionamiento de los intestinos, nervios y músculos.
Recomendada para fumadores, bebedores y para los que poseen disminuidas sus defensas, a las mujeres que transitan la menopausia les reduce los sofocos.
Y como si esto fuera poco reduce el colesterol sanguíneo.
Por lo tanto, esta apetitosa fruta tropical es útil para casi todos. Sólo deben evitarla los que padecen insuficiencia renal.
Después de mencionar tantas virtudes y tan pocos defectos el kiwi es una fruta que vale más de lo que pesa.
Por eso, dígale sí al kiwi.

Fuente y consultas: lidiarosaperasso@yahoo.com.ar

Microrelatos

Breve aportación a la taxonomía del infierno
Miguel Ibáñez de la Cuesta


Los que alguna vez rechazaron el verdadero amor —el de los culebrones— por pereza, cobardía o cortedad rastrera, fueron condenados a vivir en las azoteas. No pueden bajar de ellas sin exponerse a graves peligros, puesto que les fue arrebatado el hábito de vivir a ras de tierra, que en otros tiempos fue para ellos un vicio, más que una necesidad o una costumbre.
No se suelen mostrar a la vista. Se les presiente a veces —un roce, una sombra, un ligero comezón en la nuca—, si uno se toma la molestia de subir a la azotea de su casa y fingir que cuelga la ropa despreocupadamente.
A veces cantan canciones tristes de cosaco desterrado, y suenan como si el viento revolviera las páginas de un libro de Amado Nervo o de Campoamor que alguien olvidó en un parque hace muchos años.
Aunque nadie los ha visto de frente, los estudiosos de Swedenborg y de Borges deducen que tienen cara de sábana vieja, un poco amarillenta por los costados y demasiado pálida en el centro. También se les supone arrepentidos, en algunos casos; aunque lo que les sucede a la mayoría de ellos es que están atacados de vértigo, simplemente.
Yo intenté componer un relato con esos personajes, pero lo único que me salía era un cuento inglés de fantasmas del siglo XIX, escrito en un inglés noble y victoriano que a mí, francamente, no me suena familiar, y si se tiene en cuenta que yo no sé inglés aún se comprenderá mejor lo violento que llegué a sentirme.
Lo volví a intentar y me volvió a salir el mismo relato —sospecho además que ya estaba escrito—, así que me conformé con una breve descripción que enviaré a alguna revista de geografía urbana o de turismo de aventura.


Fábula del hombre ilustre y la madeja de hilo
Miguel Ibáñez de la Cuesta


La primera palabra del hombre ilustre fue: mamá.
La última, apenas una exhalación en la que algunos creyeron reconocer el nombre de uno de sus personajes literarios; otros una grosería; otros un simple ¡ay! prolongado, esforzado y fatal.
Entre ambas palabras hubo una larga carrera de discursos, novelas, conferencias, solemnidades, declaraciones, vulgaridades, confesiones, hipocresías, lirismo, vanidades, palabras de amor, de odio y de estudiada indiferencia.
El hombre ilustre se había pasado la vida desenredando el laberinto de las palabras, como cuando uno se empeña en desenredar una madeja de hilo llena de nudos, simplemente porque el hilo y los nudos están ahí, exhibiendo malignamente su embrollo como un reto, para darse cuenta al final de que en realidad con un pequeño extremo le hubiera bastado para coser un botón.

Poesía porque sí

Hoy: Varieté!

Anarquismo

La noche y el caos forman parte de mi.
Me remonto al silencio de las estrellas.
Soy el efecto de una causa del tiempo,
del Universo [quizás lo excedo].
Para encontrarme, debo buscarme entre las flores,
los pájaros, los campos y las ciudades,
en los actos, las palabras y los pensamientos de los hombres,
en la noche del sol y las ruinas olvidadas de mundos hoy desaparecidos.
Cuanto más crezco, menos soy.
Cuando más me encuentro, más me pierdo.
Cuanto más me pruebo, más veo que soy flor
y pájaro y estrella y universo.
Cuanto más me defino, menos límites tengo.
Lo desbordo todo. En el fondo soy lo mismo que Dios.
Mi presencia actual contiene las edades anteriores a la vida,
los tiempos más viejos que la tierra,
los huecos del espacio antes de que el mundo fuera.

Fernando Pessoa
Animal cansado

Quiero un amor feroz de garra y diente
Que me asalte a traición a pleno día
Y que sofoque esta soberbia mía
este orgullo de ser todo pudiente.

Quiero un amor feroz de garra y diente
Que en carne viva inicie mi sangría
A ver si acaba esta melancolía
Que me corrompe el alma lentamente.

Quiero un amor que sea una tormenta
Que todo rompe y lo renueva todo
Porque vigor profundo lo alimenta.

Que pueda reanimarse allí mi lodo,
Mi pobre lodo de animal cansado
Por viejas sendas de rodar hastiado.

Alfonsina Storni

Para leer en forma interrogativa

Has visto
verdaderamente has visto
la nieve los astros los pasos afelpados de la brisa
Has tocado
de verdad has tocado
el plato el pan la cara de esa mujer que tanto amás
Has vivido
como un golpe en la frente
el instante el jadeo la caída la fuga
Has sabido
con cada poro de la piel sabido
que tus ojos tus manos tu sexo tu blando corazón
había que tirarlos
había que llorarlos
había que inventarlos otra vez.

Julio Cortázar

Las paredes dicen

En las ciudades, los muros representan la voz de quienes no pueden acceder a otros medios de expresión. Desde el anonimato –con humor, poesía e ironía– la gente imprime las ideas de todos y ninguno, voces que circulan por la ciudad, de boca en boca, y aparecen en cualquier pared, denunciando a la prensa que no informa, acusando al poder que traiciona o, simplemente, compartiendo metáforas colectivas.
Éstas son algunas pintadas que encontramos en las paredes de distintas ciudades.

¿Y si no me creen a quién le miento? (Quito, Ecuador)

Mi poncho no es antibalas. (Quito, Ecuador)

Gato que ladra, bilingüe. (Quito, Ecuador)

Silencio. Bebé durmiendo. (En el muro de una avenida céntrica de Quito, Ecuador)

¿Por qué nuestros sueños son sus pesadillas? (Quito, Ecuador)

¿De qué color son las cunas de los niños de la calle? (Quito, Ecuador)
 
Si las bombas caen del cielo, ¿no será Dios el terrorista? (Otavalo, Ecuador)

¿Educación o cajeros automáticos? (Bogotá, Colombia)

No es que tengamos poco tiempo, sino que perdemos mucho. (Bogotá, Colombia)

Ya tengo casa, perro y auto. ¿Ya puedo ser americano? (Cochabamba, Bolivia)

Me gusta cuando votas, porque estás como ausente.
(Facultad de Filosofía y Letras, B.A.)
 
¿Por qué si cárcel y prisión son sinónimos,
no lo son prisionero y carcelero? (Buenos Aires, Argentina)
 
Cuando los medios digan la verdad, las paredes callarán.
(Caracas, Venezuela)

¿Existe la vida antes de la muerte? (Buenos Aires, Argentina)

¿Por qué se suicidan las hojas cuando se sienten amarillas? (Quito, Ecuador)

No es una jaula vacía, es un pájaro libre.
(Parque El Desafío, Trelew, Chubut, Argentina)

Cabalga hacia el Sol con el alma de una luna. (Cuenca, Ecuador)

Los psicólogos saben qué hacer en cada caso menos en el suyo.
(La Paz, Bolivia)

El que no lucha por lo que quiere
no merece lo que desea. (Estación Darío y Maxi, Buenos Aires)

Nos mean y la prensa dice que llueve. (Buenos Aires, Argentina)

Si el voto cambiara algo, estaría prohibido. (Buenos Aires, Argentina)

¿Y si hay guerra y nadie va? (Bogotá, Colombia)

No soy un turista. Soy un nativo armado (En una camioneta 4x4 de Bogotá)

No podrán vallar la furia popular (Buenos Aires, Argentina)

¿Por qué sólo el mercado es libre? (Quito, Ecuador)

Sonríe. El Estado te controla. (Montevideo, Uruguay)


Fuente: www.latitudbarrilete.blogspot.com

lunes, 30 de agosto de 2010

Monserrat Cultural N° 34




Imagen de Tapa: “Inthetree” de Junglecookie

Editorial

“El estado mental del habitante de la ciudad moderna aparece en la tradición mitológica sólo bajo la imagen del Infierno: Sísifo, que por un tiempo había encadenado a Tánatos (la muerte), debe empujar una pesada roca cerro arriba hasta el pináculo del Infierno, y la piedra siempre se escapa de sus manos cuando está a punto de llegar a la cima. Tántalo, a quien los dioses invitaron a compartir la comida olímpica, y que aprovechó la ocasión para robarles el secreto de la preparación de la ambrosía que todo lo cura, sufre hambre y sed eternas, de pie en un río cuyas aguas se le escapan y a la sombra de árboles cuyos frutos no alcanza. Un mundo de demandas siempre crecientes no sólo es malo; el único término adecuado para nombrarlo es "Infierno".
El absurdo de las instituciones modernas se evidencia en el caso de la militar. Las armas modernas pueden defender la libertad, la civilización y la vida únicamente aniquilándolas. En el lenguaje militar, seguridad significa la capacidad de eliminar la Tierra.
El absurdo subyacente en las instituciones no militares no es menos manifiesto. No hay en ellas una palanca que active sus poderes destructores, pero tampoco lo necesitan. Sus dedos ya atenazan la tapa del mundo. Crean a mayor velocidad necesidades que satisfacciones, y en el proceso de tratar de satisfacer las necesidades que engendran, consumen la Tierra. Esto vale para la agricultura y la manufactura, y no menos para la medicina y la educación. La agricultura moderna envenena y agota el suelo. La "revolución verde" puede, mediante nuevas semillas, triplicar la producción de una hectárea -pero sólo con un aumento proporcionalmente mayor de fertilizantes, insecticidas, agua y energía. Fabricar estas cosas, como los demás bienes, contamina los océanos y la atmósfera, y degrada recursos irreemplazables. Si la combustión continúa aumentando según los índices actuales, pronto consumiremos el oxígeno sin poder renovarlo con igual presteza.”

La sociedad desescolarizada, Joaquín Mortiz

El texto citado es del año 1985, y sin embargo nada cambió desde ese entonces. La Humanidad sigue agotando los recursos del planeta, y las corporaciones y multinacionales gobiernan a su antojo mediante coimas y lobby a los supuestos representantes de la gente. El hombre, ciego y sordo de ambición, está automutilándose y no puede hacerse responsable de su destino. Sólo si cada persona es conciente del poder de cambio que hay en cada una y en todas, podremos salir de este pozo.
El editor

Ecología y Salud

Por: Antonella Perasso y Lidia Perasso

EL HOMBRE Y LA ENFERMEDAD

La aparición de enfermedades, su origen y una forma eficiente para curarlas ha desvelado al hombre desde que es hombre.
En un comienzo la enfermedad era atribuida a motivos religiosos o mágicos, por tal motivo los encargados de las sanaciones eran los brujos, sacerdotes y chamanes. Estos podían provocar el mal o también podían liberarlo de él.
A los antiguos egipcios les preocupaba las enfermedades y sus causas y también utilizaban medicamentos para curar las enfermedades aunque todo estaba mezclado con la religión. Sus conocimientos en búsqueda de la salud llegan hasta nuestros días a través de papiros médicos. El Papiro de Ebers data de 1550 años a.C. y aborda diversas enfermedades y su tratamiento. Incluso en él, se puede encontrar remedios para afecciones de la lengua y enfermedades de los dientes. En Grecia, se suponía que los dioses desde el Olimpo se divertían enviando flechas que causaban epidemias, enfermedades, accidentes, pestes y muertes a los mortales.
En la actualidad la consulta a brujos, curanderos y manosantas -con un pensamiento mágico contrario al racional-, se debe muchas veces a la falta de respuesta de la ciencia para identificar y curar algunas enfermedades, liberando a las personas de la angustia y la impotencia.
Toda enfermedad tiene su causa y hace 2000 años en Grecia, Hipócrates, padre de la medicina, consideraba la posibilidad de identificar lo que causaba las enfermedades.


Fuente y consultas: lidiarosaperasso@yahoo.com.ar

Poesía porque sí

Perceptario, de Sofía Arroñade
www.perceptariopoesia.blogspot.com

[sábado]

Adoro tu futón
y ese sacón de piel amarillenta
que usás los días nublados
y de frío.

Te persigo con la mirada,
por el patio en pantuflas
regando las plantas.
Te desordeno los bucles
y cerrás los ojos.
ay hermosura
ay primor mío
Tus gatos me odian
porque saben que me quiero quedar.

Soy dueña de algo
que no se puede tomar.

Una mutante caminata
huellas que se acumulan.


Al Ministerio de Espacios Verdes

Las plazas desiertas y encerradas
Llueve en Plaza Irlanda
Y es triste
No hay niños
No hay perros
No hay nada.

Las pelotitas de los paraísos
Se estallan en los charcos.
Para cuando vuelva el sol
todo se habrá podrido.

¿A veces yo soy gris?

Raíces gigantes se hunden
en los pocos espacios de tierra
que las benditas baldosas grises del gobierno
les dejan.
Han comenzado a plantar baldosas,
sólo para aumentar el frío de mi alma.

¿Llegará el tiempo en que me ardan las plantas de los pies?

Las plantas y flores que sobreviven son monstruosas.
Y aún así hermosean el paisaje.

Voy a romper mil puntas de lápiz
hasta encontrar lo que debo decir.

Microrelatos

Y todo por ser tan grande
José Luis Enciso

Érase un Dios tan grande, tan, tan grande, que desde la tremenda altura en la cual se hallaban sus ojos y sus oídos, le resultaba imposible ver y escuchar las imágenes y las voces de algunos hombrecitos que se arrastraban acercándose a Él —llenos de fe y esperanzados en rozar siquiera los pies de su Señor—, mientras que Éste, al caminar, aplastaba a tales hombrecitos sin darse cuenta, con una indeferencia de la cual no era culpable, sino víctima.

El peor de los acuerdos
Juan Carlos Muñoz

Domingo Faustino Andradas, natural de la ciudad de Famatina, harto un día de su pobreza y a punto de perder lo único que le quedaba, su equilibrio mental, le ofertó su alma al Diablo. (En toda la región del noroeste argentino, sólo se tiene memoria de un hecho similar, acontecido a mediados del siglo XIX, cuando un paisano vendió su alma al diablo a cambio de un tesoro de valor incalculable.)
Éste, confiando en la eterna codicia de los hombres, le concedió un deseo que cumpliría inexcusablemente a cambio de su alma. Un único deseo. Domingo Faustino Andradas, ni lerdo ni perezoso y avariento como ningún otro, eligió ser el diablo.
Desde aquel nefasto día en que hizo su peor trato, el demonio anda entre nosotros intentando recuperar su integridad.

Disolución
Andrew Bernal Trillos

Un hombre escribe una historia. Se esfuerza tanto en escribirla, que muchas veces se ha quedado dormido sobre los papeles. Pronto comienza a encontrar en la historia pasajes que no recuerda haber escrito; éstos, sin embargo, responden al plan de la obra. Se dice entonces que no recuerda haberlos escrito porque lo hizo más allá del umbral de la fatiga. En esos pasajes, algunos de sus personajes defienden, y otros refutan, la existencia de un Creador Supremo. El hombre vuelve a quedarse dormido sobre los papeles en una madrugada nebulosa, pero esta vez lo hace con el corazón tranquilo. Al despertar, descubre con alegría que su historia ya está concluida. Los personajes que no creen persiguen ahora a los que sí creen. Los van exterminando. Cuando el hombre lee que el último creyente ha sido asesinado, cae muerto.

De cómo responder bien a las malas preguntas
Miguel Ibáñez de la Cuesta

Aquella mujer cogió su tristeza, la dobló cuidadosamente, la metió en la bolsa de la basura, cerró la bolsa —no sin alguna dificultad, puesto que no todas las tristezas caben en una bolsa de basura de tamaño normal—, salió a la calle y tiró la bolsa en el contenedor.
Brillaba el sol y su vestido parecía nuevo. Curiosamente, el mundo también le parecía nuevo a ella. La calle relucía con un esplendor de cuadro recién pintado, los perros de la calle orinaban chorrillos de luz en las farolas y las viejecitas de la calle se encorvaban como un signo de interrogación trazado temblorosamente por un niño que estuviera aprendiendo a escribir.
Y ella misma se sentía resplandecer. ¿Qué te has hecho?, le preguntaban sus amistades. Pareces otra.
Nadie formulaba la pregunta correcta: ¿de qué te has deshecho?
Pero si la respuesta es buena, la pregunta es lo que menos importa.

Poesía porque sí

Hoy: Susana Thenon

MÁS ALLÁ

Remontar tu violento misterio
más allá de la sangre,
más allá del olvido,
lejos, hasta el confín del tiempo.
Saberte, amaneciendo
en la tarde sonora,
en el hondo sabor
de tus piernas,
irguiendo mi beso
en tu boca indefensa,
abriendo tus puertas,
lamiendo tus playas secretas
con furor de marea creciente.
Descubriendo la rosa en tu lengua,
tu roja bandera.
Arrancando de cuajo las horas,
naciendo en secreto.


HOY

Falo, corneta, rosa
del ángel-barro: el amor
ha obturado
sus vasos comunicantes.
Guardemos el incienso
para los veranos públicos.
Dios no funciona.

AQUÍ

Clávate, deseo,
en mi costado rabioso
y moja tus pupilas
por mi última muerte.

Aquí la sangre,
aquí el beso roto,
aquí la torpe furia de dios
medrando en mis huesos.

Al infinito ida y vuelta

Por: Ernesto Alaimo (www.ernestoalaimo.blogspot.com)

Escenas de un día cualquiera en la ferretería de los poetas

El patrón está solo tras el mostrador, abstraído en sus pensamientos. Mira vagamente los productos de superchería que han dejado los proveedores minutos atrás: ídolos varios, mujeres, tótems, peluches, calendarios, prendas cotidianas de seres ausentes. Los artículos de temor en caja aparte, con las severas advertencias “FRÁGIL” y “ESTE LADO ARRIBA”; las consecuencias de parar sobre su cabeza a tales productos pueden ir de la megalomanía y el optimismo hasta el materialismo dialéctico. Afortunadamente para todos los seres de esta tierra, nunca ha pasado.
Nada perturba el ocio del patrón. Instantes más tarde aparece un joven de mirada cándida y mejillas coloradas, que espera callado a que reparen en él. Esto todavía se hace esperar un tiempo, pero al fin el patrón posa sus ojos distantes en el cliente.
–Hola –nada le responden–. Ando buscando un pituto medio alargado que lleva como engarzada una chapita en forma de L, algo gruesa. Con rosca.
El patrón, que se encuentra algo cínico en este momento y ha olido al pichón, sonríe.
–Sí, sí, cómo no… Acompañame al depósito que te muestro.
Enseguida se incorpora el hombre y se encamina hacia el fondo; el joven se apresura a alcanzarlo, y juntos atraviesan un oscuro pasillo atestado de estanterías con cajones, pilas de mercaderías y peligrosos vértices metálicos. Luego, al costado de una puerta que parece dar a un lugar más claro, quizás con alguna ventana, descienden por una estrecha escalera que da a un lúgubre sótano. Hay en él una lámpara amarilla que cuando no parpadea arroja despojos de luz mugrienta, mortecina, que cansa rápidamente los ojos.
–Por acá, por favor –comenta el ferretero a la vanguardia, como para infundirle seguridad al joven que de todas formas no parece bastante inquieto.
–En casa de herrero cuchillo de palo, ¿no? –dice el joven queriendo bromear.
–¿Por qué lo decís? –repone el patrón mientras atraviesa trincheras, vallas y otros obstáculos para llegar a la puerta del otro lado.
–No, por la lámpara –se acobarda.
–Pero si yo no trabajo esos productos, ¿de qué herrero me hablás? “Los poetas” ¿qué te dice eso a vos? Esto tiene toda una ambientación, un concepto. Un sótano es por definición semioscuro, macilento, angustiante, incluso te diría sofocante, insalubre, maloliente. Tiene que estar mal iluminado. Si no ¿cuál es mi honestidad como comerciante? Es más: nosotros producimos cosas como ésas, tenemos nuestra pequeña industria.
Llegando ya a la puerta como quien llega al fin de un señuelo, el patrón sonríe.
–¿Querés ver?
El joven está completamente acorralado por las normas de una cortesía que jamás se atreve a rechazar.
–Sí, claro –dice y traga saliva.
Cruzan la puerta que lleva a un estrecho pasillo lleno de derivaciones, con el mismo exacto nivel de iluminación que antes. Mientras avanza lentamente, el patrón va enseñando cada puerta con manos, gestos y palabras.
–Ahí producimos paisajes en aerosol; es nuestra elaboración más sofisticada, la última que instalamos. Ése del otro lado es el cuarto de pruebas para las motosierras que estamos tratando de poner a punto y sacar a la venta. Cortan estrofas, versos, prosas, palabras, lo que sea, a diestra y siniestra. Medio a lo bruto, pero se usa, en estilos rústicos, coloquiales. Además, esto es industria nacional, y acá no se hacen más las cintas métricas, en las que elegías la métrica que se te antojara y chau.
Avanzan al siguiente par de puertas.
–Acá a la izquierda hacemos máquinas de escribir, las que usan los best sellers, ¿viste? Tienen varios moldes para elegir la trama y cierto carácter estilístico, y después bancos de palabras: uno de sustantivos, otro de adjetivos, etcétera. Elegís las opciones, la hacés funcionar y se pone a escribir. Las lleva la gente, y no se han quejado.
El joven se anima a asomar al cuarto: se ilumina pálidamente con los destellos de una soldadora; ve a tres hombres trabajando, colocando pilas de tablillas con palabras en distintas cavidades de una gran caja metálica, conectando cables de distintas placas halógenas, armando pieza por pieza una impresora.
–Bueno, también hacemos las piezas para las máquinas, que se venden como repuestos. En ésta otra hacemos tornillos artesanales, hechos a mano uno por uno, con una rosca única que diseñamos nosotros. Calidad superior. Eso sí: cuestan lo que valen. (sigue en página 4)
–¿Y para qué sirven?
El patrón se queda mirándolo fijo unos instantes, en completo silencio, y reanuda la marcha. El joven se siente humillado y guarda silencio por las dos puertas siguientes. Llegan a la última puerta, la frontal, la única con una verdadera puerta de madera y picaporte en vez de un simple umbral.
–Y ahora lo mejor.
Abre sonriente la puerta para entrar a una gran sala aún más oscura que el resto del sótano, ocupada por filas de pálidos sujetos sentados, con tubos cruzándoles el cuerpo, los cuales les introducen y extraen fluidos hacia recipientes erguidos a un costado. El joven se acerca con paso indeciso a ellos, azorado por la terrible visión, como queriendo refutarla al tacto que no tendrá agallas para usar.
–El producto más preciado y vital, la piedra preciosa humana y su savia motriz por excelencia: ¡la sangre!
En efecto, uno de los tubos que se conectan al cuerpo de los hombres inmóviles, huesudos y de mirada de insalvable agonía y agudo espanto, tiene un tono bermellón muy oscuro y espeso; sale del cuello de los desangrados e hincha la bolsa que regula por la presión el líquido extraído, deteniéndose rítmicamente para aguardar una nueva producción. Junto a ésa hay otra bolsa con suero, el cual fluye viscosamente hasta perderse dentro de las ropas.
–¡Alimento y arma de los viscerales, combustible voraz de los apasionados, condimento infaltable de comedias osadas, protagonista más que trillado pero jamás desplazado del terror, la acción, el drama, la sobornable pero insobornable al fin Muerte! ¿Qué podemos hacer sin ella? ¿Qué podríamos ser sin ella? A la vista o por lo bajo, explícita o implícita, literal o figurada, la sangre está en cada verso de un verdadero poeta, es la esencia, la fuerza, la pluma, la tinta y el canto. ¡Lo es todo! ¿Cómo entonces no dedicarse a producirla, para facilitarla a todos los perseverantes creadores que la ansían, que la necesitan como desesperados vampiros?
El joven empieza a oler algo feo en el ambiente, aunque a la vez trata de parecer interesado, y ya no por cortesía.
–Ajá… ¿y ellos la producen? –y se reprende inmediatamente por el comentario inoportuno.
–Desde luego son seleccionados para garantizar la calidad del producto; ahora están algo blanquecinos, gajes del oficio, pero al principio se los escoge por el color de sus mejillas, se ve a primera vista –el patrón toma un grueso palo que estaba apoyado contra la pared, sin ser visto por el joven, absorto en la imagen de los desangrados–, un buen ojo sabe encontrar lo que busca.
Le asesta un mazazo en la cabeza y el joven cae fulminado por el golpe proferido desde atrás. Un empleado que ha contemplado la escena se acerca para arrastrar el cuerpo hasta un asiento vacío del fondo.
–¿Lo ponemo´?
–¿Lo qué?