miércoles, 8 de octubre de 2014

Microrelatos

Álbum

Veraneo en un camping nudista, muy cerca de una playa. Me levanto muy temprano, desnuda ya, y con mi nikon al cuello como única prenda paseo por la orilla del mar. Me arrodillo frente a las olas para atrapar en una instantánea su batir enérgico, provocador, suicida: punk. Fotografía las nubes solitarias, mordidas de azul, que aparecen en el cielo. Hago idioteces como esas para que pase desapercibida a las nudistas mi intención de fotografiarlas. Así, sin descolgar siquiera la cámara del cuello, aprieto el disparador mirando hacia otra parte, como hacen los fotógrafos de prensa cuando sale de un pozo un minero muerto. Con el fin de agosto regreso a mi ciudad. A mi casa. La convierto de norte a sur en un tendedero de fotografías. Una vez secas, recorto las siluetas de las mujeres. Aíslo sus cuerpos del paisaje costero. Las visto. Cubro su desnudez con braguitas, sostenes, vestidos arrancados a golpe de tijera de una cartulina negra. Uso mi pegamento para añadirlas al álbum. 
Juan Carlos Márquez, en PervertiDos. Catálogo de parafilias. 2012

De las crónicas de la ciudad

Nadie jamás le había hecho caso. Lo empujaban, lo pisaban, le cerraban las puertas en las narices. Ese día, había permanecido horas enteras esperando que el funcionario escuchara todas las verdades que tenía que decirle. Tuvo que marcharse cuando todos habían abandonado las oficinas y él vio que la noche lo había cogido sentado en el taburete.
Cuando a la madrugada llegó a su casa de latas y pedazos de cartón, cuando vio a lo lejos la ciudad como un reguero de leche iluminada, se dijo a sí mismo: No te desesperes. Todo cambiará cuando dejes de ser invisible.
NIÑO, Jairo Aníbal. Puro pueblo. 

Final para un cuento fantástico

—¡Qué extraño!- dijo la muchacha, avanzando cautelosamente. ¡Qué puerta más pesada!
La tocó, al hablar, y se cerró de pronto, con un golpe.
—¡Dios mío! —dijo el hombre—. Me parece que no tiene picaporte del lado de adentro. ¡Cómo, nos ha encerrado a los dos!
— A los dos, no. A uno solo —dijo la muchacha.
Pasó a través de la puerta y desapareció.
I.A. Ireland. Visitations (1919)

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